Uno de mis recuerdos más tempranos relacionados con la televisión es el de contemplar a mi abuelo paterno sentarse los domingos en la tarde a ver la corrida de toros desde la Plaza México. Era una de esas antiguas televisiones de bulbos y, más que el espectáculo taurino, lo que capturaba mi atención era el puntito blanco que quedaba en la pantalla al apagarla y que duraba eternidades, hasta que desparecía por completo.
Inevitablemente, los seres humanos asociamos nuestros recuerdos de infancia a lugares, personas y circunstancias propias de lo que estábamos viviendo en ese momento. En mi caso, la remembranza que cuento me transporta a la sala de mis abuelos paternos, en Chihuahua, y a la rutina semanal de don Pablo González frente al televisor.
Partiendo de la premisa anterior, le pedí a un grupo de alumnos de la carrera de Ciencias de la Comunicación del Tecnológico de Monterrey, que narraran brevemente por escrito su recuerdo más remoto de estar viendo televisión: qué estaban viendo, con quién estaban y cualquier otro detalle.
He agrupado las historias por temas, mismas que ahora les comparto.
“TENÍA YO 2 O 3 AÑOS”. Ana Isabel Hernández: “Mi recuerdo más remoto de mí viendo la televisión fue cuando tenía como dos o tres años, cuando veía DiscoveryKids con mi hermana. Me recuerdo viendo Barney, que me gustaba mucho y tarareaba todas sus canciones”. Luis Ibarlucea: “Tenía alrededor de dos años. Vivíamos en una casa de la colonia Torreón Jardín, en la ciudad de Torreón. La televisión era el centro de atención de la sala, un mueble enorme de madera con una pantalla en el centro y unas paredes porosas por donde salía el sonido. Mi actividad favorita era acostarme frente al televisor, con solo mi almohada favorita entre el piso y yo para sentir el fresco de los azulejos.” Lorena García: “Probablemente haya empezado a ver programas a los dos o tres años, y aunque veía muchos y muy variados, el primer recuerdo que me viene a la mente es una miniserie llamada Gumby, un muñeco verde de formas burdas que tenía un caballo rojo, al cual trataba como su perro”.
EL INFALTABLE CHABELO. Carelia Gómez: “Recuerdo que me acababa de despertar. Estaba en el cuarto de mi mamá, que en ese tiempo también era el mío. Tenía como 5 o 6 años. No había nadie más en el cuarto que yo y la inconfundible voz de Chabelo. Su famoso programa era transmitido por un televisor ahora muy antiguo, pues todavía se cambiaban los canales con una perilla”. Zabhí Trejo: “Tenía unos cinco o seis años y vivía en Tequisquiapan, en la casa en la que he vivido más tiempo. Veía la televisión en el cuarto de mi mamá, pues yo todavía no tenía mi cuarto. Siempre me despertaba primero que ella y que todos en mi casa, por lo tanto veía la televisión solo. Recuerdo ver ‘En familia con Chabelo’. Acabando Chabelo empezaban las caricaturas. A esa hora, a las 10 de la mañana, recuerdo el olor del desayuno y de mis perros, que siempre estaban conmigo”.
ALEGRÍAS, MIEDOS Y TRISTEZAS. Sergio Crespo: “El primer recuerdo televisivo que llega a la mente es el de un sonriente dinosaurio de voz aguda… Barney. El sonido introductorio del programa me remonta a la alegría que me daba que éste comenzara. Hoy en día me parece ridículo, pero a la vez me saca una sonrisa ser consciente de lo gran fanático que era de él”. Diana Benítez: “Tenía 4-5 años y vivía en Texcoco, Estado de México. Un día me levanté muy temprano a ver la televisión yo sola, porque aún no tenía hermanos. Veía la película de ‘Caperucita Roja y el lobo’, que me daba miedo. Esa casa causaba algo de temor; era enorme y además tenía unas cortinas blancas que se movían con el viento y pensaba que había fantasmas”. Ana Paula Calvo: “Tenía 5 o 6 años y recuerdo ver la película de Barney y sus amigos con mi papá, quien al rebobinarla la arruinó sin querer. Lloré tanto que al otro día me compraron otra película”.
El siguiente lunes, en la segunda parte de esta serie, el lector/lectora tendrá la oportunidad de leer aquí otras sugestivas historias, todas ellas surgidas de las experiencias de vida de sus protagonistas, quienes tendrán a bien continuar narrándonoslas.
Raúl González Pinto, Doctor en Comunicación por la Universidad de Ohio y Máster en Periodismo por la Universidad de Iowa.