Por MNU y Lic. Gabriel Ballesteros Martínez “Es el modo como el ser humano se las arregla para alimentar todos los vicios autodestructivos: intentando no verlos, luchando para no reconocerlos, postergando las decisiones importantes, actuando como si nada ocurriera”… S.S. Francisco Por un obsequio que celebro llegó a mis manos un ejemplar de la Carta Encíclica … Leer más
Por MNU y Lic. Gabriel Ballesteros Martínez
“Es el modo como el ser humano se las arregla para alimentar todos los vicios autodestructivos: intentando no verlos, luchando para no reconocerlos, postergando las decisiones importantes, actuando como si nada ocurriera”… S.S. Francisco
Por un obsequio que celebro llegó a mis manos un ejemplar de la Carta Encíclica de Su Santidad el Papa Francisco titulada “Sobre el Cuidado de la Casa Común”; un documento extraordinario que plasma su visión sobre la situación de varios componentes de nuestra actual realidad urbana: desconexión, segregación, pobreza, insustentabilidad, pérdida de biodiversidad, deterioro de la calidad de vida y degradación social.
Confieso que nunca había leído una Encíclica. Quizá nunca tuve sobre un tema la curiosidad suficiente como para internarme en el punto de vista eclesiástico que se antoja siempre denso. Más allá de la sorpresa que los invito a experimentar en su lectura (Editorial Buena Prensa www.buenaprensa.com) quedé conmovido, refrescado y comprometido por la palabra suave que provoca la reflexión sincera de su Santidad sobre nuestras ciudades. Más allá de escuelas o dogmas, desde Forópolis ofrecemos este breve resumen condimentado con algunas conjeturas propias, que solo pretende dejar expuesta la visión de Roma sobre lo que nos está pasando:
“El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral pues sabemos que las cosas pueden cambiar”…
S.S. Francisco
Su Santidad aborda estos temas con la claridad de los versados en el argot tecnológico y al mismo tiempo con la contundencia de un Jefe de Estado al señalar estas nuevas circunstancias o derivaciones de la modernización avasallante y extremadamente veloz que nos abruma. Las cosas rápidamente se convierten en basura, la industria no ha desarrollado la misma capacidad para producir bienes que para reabsorberlos o reciclarlos. “El cambio es algo deseable, pero se vuelve preocupante cuando se convierte en deterioro del mundo y de la calidad de vida de la población”… Vivimos en un constante conflicto: con el clima, con las nubes, con el sol, con aquello que no podemos controlar. Rápidamente queremos que todo se ajuste a nuestra comodidad bajo la ley del menor esfuerzo.
La cultura del descarte (consumir y tirar) está convirtiendo nuestras ciudades en basureros; al mismo tiempo se vive un conflicto de reorganización social sin fin y vamos atando los cabos de un nuevo tipo de segregación que deriva a su vez en las “diversas formas de poder que la tecnología está creando”. Analfabetas funcionales que saben leer y escribir pero que no tienen acceso a la red. Usuarios frente a programas para comunicarnos que nos absorben e incomunican. Familias que se abandonan acompañadas en sus teléfonos inteligentes. Hay una “silenciosa ruptura” nos dice su Santidad “una pérdida de identidad”. “El crecimiento de los últimos dos siglos no ha significado en todos sus aspectos un verdadero progreso integral y una mejora en la calidad de vida”…
En su aproximación al concepto de la ‘biología humana’ su Santidad se expresa sobre la interrelación entre el espacio y la conducta humana: …“quienes diseñan edificios, barrios, espacios públicos y ciudades necesitan el aporte de diversas disciplinas que permitan entender los procesos, el simbolismo y la pertenencia de las personas”. No basta la búsqueda de lo funcional o lo económico “no basta la búsqueda de la belleza en el diseño, porque más valioso es el servicio a otra belleza: la calidad de vida de las personas, su adaptación al ambiente, el encuentro y la ayuda mutua”.
Es curioso pero habla el Santo Padre con el mismo discurso que se escuchó en el Foro Mundial de Medellín en 2014 (que tuvo como tema central la Equidad en la Ciudad), pero sus palabras llevan un enfoque amoroso que lo pule, lo matiza más allá de la discusión económica de lo que valen los bienes, a cuántos habrán de satisfacer y como deben repartirse.
El próximo año en octubre se realizará en Quito, Ecuador la tercera reunión mundial de ONU HABITAT que sucede cada 20 años, seguramente este mismo diagnóstico se repetirá en todos los idiomas.
Encerrarse en un barrio por más seguro que parezca es privarse de vivir la ciudad. “Por esta misma razón conviene preservar algunos lugares donde se eviten las intervenciones humanas que los modifiquen constantemente”. Nos habla de ciudades “acogedoras” frente a los barrios precarios y aislados que estamos produciendo sobre el suelo “barato” que le robamos al campo. Encíclica que es en sí un diagnóstico y a la vez una invitación.
“Hace falta cuidar los lugares comunes, los marcos visuales y los hitos urbanos que acrecientan nuestro sentido de pertenencia, nuestra sensación de arraigo, nuestro sentimiento de “estar en casa”.”
S.S. Francisco
Propone un concepto, que de tanto decirlo en el ambiente de la política barata, se desgasta. Nos dice que la ecología humana es inseparable de la noción del bien común, al que define como “el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones humanas y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección”. Idea que puede afirmarse, los partidos políticos repiten, cada uno como la entiende, pero que no la significan y la traicionan constantemente. A la élite llama a un “Dialogo transparente en la toma de decisiones”. “Es la corrupción la que esconde el verdadero impacto ambiental”. Y sentencia citando al Patriarca Bartolomé: “un crimen contra la naturaleza es un crimen contra nosotros mismos y un pecado contra Dios”.
Su Santidad comparte el motivo de la selección de su nombre papal: Francisco, como San Francisco de Asís, al que admira por haber entrado en comunicación con todo lo creado; quien predicaba hasta a las flores “invitándolas a alabar al Señor” como si gozaran el don de la razón. Un Santo con mucho “punch” hoy en día si lo revisamos a la luz del discurso ambientalista.
En dulce confesión dice que lo escogió pues es su guía e inspiración. San Francisco fue “ejemplo del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral” señala. Conceptos todos estos, que fuera del contexto cristiano no son otra cosa que las ideas de sustentabilidad incluidas hace años en el Informe Brundtland o que, parafraseadas, son contenido de las soberbias declaraciones de los consejos internacionales que se firman y se abandonan para después volver a firmarse y volver a abandonarse. El Papa nos invita a no depender de otros para adquirir conciencia de la casa común o para que nos organicen para cuidarla. Nos invita a asumir cada uno el compromiso de amor por la tierra y el agua; por la fauna a la que ponemos en desequilibrio. A no comprar especies endémicas para que nos canten o diviertan. A no martirizar a una mascota, a no destruir el hábitat natural tan solo para hacerlo más ‘moderno’.
Finalmente el Santo Padre nos invita a realizar una acción “innovadora”, nos propone “un cambio en los estilos de vida y señala que “podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social”… dice que “comprar es siempre un acto moral, y no solo económico. Por eso hoy el tema del deterioro ambiental cuestiona los comportamientos de cada uno de nosotros”.
“Ya hemos tenido mucho tiempo de degradación moral, burlándonos de la ética, de la bondad, de la fe, de la honestidad, y llegó la hora de advertir que esa alegre superficialidad nos ha servido de poco”. S.S. Francisco
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