¿Cómo escapar a la tentación de recordar 1985? ¿Cómo evadir, ante el bombardeo publicitario de la significativa fecha del 21 de octubre del 2015 en la legendaria película ‘Volver al Futuro 2’, la reflexión sobre las transformaciones que ha sufrido nuestra ciudad en treinta movidos años? Lo que yo recuerdo de aquel año aciago para … Leer más
Lo que yo recuerdo de aquel año aciago para México, fue precisamente el temblor que sacudió a la capital del país en septiembre y que, de muchas maneras, marcó la historia contemporánea nacional. En aquel año del sismo, yo era feliz haciendo teatro en el Corral de Comedias e impartía la clase de esa misma materia artística a los estudiantes de la Preparatoria Sur de la Universidad.
Y poco más que la memoria me alcance a recordar, mientras observo a Michel J. Fox y Chistopher Lloyd bajar de un modernísimo vehículo, con puertas hacia arriba, en un vistoso set televisivo que recuerda la película dirigida por Robert Zemeckis, como si volvieran a vivir, con treinta años más a cuestas, aquella inolvidable llegada al futuro, precisamente en este 2015.
Efectivamente, los ‘tenis’ aún no se cierran solos, ni hay patinetas voladoras, aunque las notas periodísticas señalan que ambas posibilidades no tardan en salir al mercado, pero el cine en tercera dimensión es una realidad y las videoconferencias son parte de la cotidianidad de las grandes empresas y universidades. Además hoy los teléfonos celulares han adquirido unas dimensiones y un protagonismo inimaginables, aún para la moderna y positiva capacidad inventiva de los autores de ‘Volver al Futuro 2’.
Con todo ello, habría que concluir que el mundo no ha corrido tan de prisa como suponían con optimismo en la cinta que traía hasta estos días a Marty MacFly y el Dr. Brown. o al menos no todo el mundo, porque si imaginamos por un momento, si recordamos acaso el Querétaro de 1985, necesariamente tendríamos que reconocer que ningún queretano de entonces suponía siquiera la transformación de su entorno, de sus costumbres y de su forma de afrontar la vida cotidiana.
Y es que aquel 1985 representó el inicio formal de un crecimiento desbordado y constante, que lejos de aminorar, se ha ido incrementado con el paso del tiempo, hasta convertir a Querétaro en una ciudad de más de un millón de habitantes, capaz de brindar satisfactores, y también problemas, inimaginables en la década de los ochenta.
En aquel 1985, en el que ganó las elecciones a gobernador Mariano Palacios Alcocer, no había otro partido político con posibilidades de triunfar en las urnas que el PRI; el PAN era un auténtico partido de oposición, y organizaciones políticas como el PPS o el PARM apenas servían para engrosar un poco las boletas de votación y organizar alguna manifestación.
Los complejos cinematográficos aún no existían, y los habitantes de esta tranquila ciudad acudían a los cines más modernos de Plaza de la Américas, o a los populares Premier 70, Reforma, los Alameda o el Cinema 2000 y los jóvenes se divertían en las estrechas noches de entonces en el JBJ, o en el Qiu.
Aún el Casa Blanca era uno de los más importantes hoteles de la ciudad, aunque ya se había abierto el Mirabel, y subsistían el Gran Hotel y el Real de Minas, además de los menos renombrados Hotel del Marqués o Flamingo.
El estadio Corregidora apenas se había inaugurado, lo mismo que el Auditorio Josefa Ortiz de Domínguez, y el gobernador despachaba desde hacía poco en el actual Palacio de Gobierno, donde no muchos años atrás habían funcionado la cárcel y las oficinas del Ayuntamiento.
Por entonces, Centro Sur no existía, la Feria se organizaba en sus modernas instalaciones de las cercanías de la colonia Burócrata, e ir a Jurica representaba salir de la ciudad; apenas se empezaban a construir casas en Loma Dorada, rumbo al aeropuerto existía un rústico mirador de la pequeña ciudad, y para entrar a Juriquilla y al Club Campestre había que hacerlo con direccionales y a la buena de Dios.
La Avenida 5 de Febrero era entonces la Carretera Constitución, la oficina de correos estaba en el exconvento de San Agustín, la Plaza de la Constitución lucía la figura en bronce de Venustiano Carranza, no había ‘viene vienes’ en las calles, y existía una saturadísima Central de Autobuses, frente a la Alameda, le hacía compañía al viejo Estadio Municipal y al desaparecido lienzo charro.
En el Querétaro de 1985 no se podían imaginar siquiera los edificios de Centro Sur y de Juriquilla, el crecimiento impresionante de la mancha urbana, la proliferación desbordante de hoteles y restaurantes, la construcción de modernos centros comerciales, y la intensa vida de diversión de sus largas noches.
Yo por entonces, en aquellos tranquilos días en que hacía teatro en el Corral de Comedias y daba clases en la Prepa Sur –no existía la Norte, por cierto-, no conocía aún una computadora ni un teléfono celular, y en mi viejo Datsun de nombre Corinto, tardaba diez minutos en llegar a cualquier punto de aquel Querétaro entrañable.
Sí, definitivamente, a Querétaro sí le alcanzó el futuro.
Por: Manuel Naredo