Estamos en los días del recuerdo de los que han partido de este mundo a un lugar diferente, a un lugar de descanso eterno, y donde seguramente en algún momento de nuestra vida, nosotros también llegaremos.
Los sanjuanenses tenemos presentes a los que ya se han adelantado, su recuerdo inunda estos días nuestra ciudad, y sobre todo los cementerios donde descansan muchos de nuestros familiares.
Sin embargo creo que estos días también son días en los que la voz del pueblo cuenta leyendas, historias o simplemente narra hechos que han quedado en el recuerdo de varias generaciones. Estas narraciones se refieren a hechos o circunstancias de personas o de lugares vinculados a los que han muerto.
Uno de estos lugares es el Templo de Santo Domingo, el cual se encuentra ubicado en la Calle Real, hoy Avenida Juárez, que es la zona decretada como Patrimonio de la Humanidad. En este lugar, de donde partieron los misioneros para evangelizar la Sierra Gorda en pleno Virreinato, se cuentan varias historias que llaman la atención, sobre todo por los hechos que se consideran fuera de lo normal.
La mayoría de estas historias parece tener ciertas circunstancias que dejan a uno pensando sobre la existencia de cuestiones no propias de la realidad que conocemos, y como dicen los mayores, son lugares donde asustan o se aparecen los muertos.
Todavía hasta hace poco tiempo, los vecinos del referido tiempo mencionaban cómo en la madrugada se escuchaban tocar las campanas del Templo de Santo Domingo y como, al acudir, no había ninguna celebración, o por el contrario, algunos refieren haber estado en alguna misa en el interior del templo, cuando no había sacerdote o no había quien celebrara la misa.
Muchas cosas pasan que no tienen explicación. Todavía el que esto escribe fue testigo de que cuando trabajaba en la Presidencia Municipal, en la oficina que ocupaba la Secretaría del Ayuntamiento se encontraban regularmente tirados documentos dejados en orden el día anterior, o incluso desacomodados los libros que contenían las actas de cabildo. Al señalar tal situación a la guardia de la Policía Municipal, siempre referían que nadie había entrado a la oficina desde que se habían retirado los últimos empleados municipales.
Así las cosas, siempre han existido cuestiones raras en este exconvento. Cuenta mi señor padre que, allá por los años treinta del siglo pasado, recientemente terminado el conflicto religioso, el anexo del Templo de San Domingo era utilizado frecuentemente por los jóvenes de la Acción Católica Mexicana, para retiros y pláticas de espiritualidad. En una ocasión, uno de los chicos que se quedaban en el referido lugar escuchó ruidos y se despertó cerca de las tres de la madrugada.
Al levantarse del lugar donde dormía, se dio cuenta de que todas las luces del templo estaban prendidas; entonces se acercó al responsable del grupo y le comenta: “Ya llegó el Padre y va a celebrar la misa”, pensando que era el señor Cura de la ciudad que iba todas las mañanas a celebrar la misa diaria, sin embargo se dan cuenta de que son las tres de la mañana, horario que ni de donde se utilizara para celebrar la misa, por ello, se levantaron y se acercaron a la puerta que conecta el anexo del templo con la nave principal, y cuál sería la sorpresa que vieron un religioso dando vueltas alrededor del templo y leyendo un libro.
Al acercarse a él, se dan cuenta que no tenía rostro, sino una calavera. Tremendo fue el susto que salieron todos del referido lugar, corriendo por tal situación. Al día siguiente, fueron a decirle al señor Cura lo que había pasado, sin embargo no les hizo caso a los jóvenes y solo pidió que uno de los vicarios fuera durante esa noche a
acompañarlos.
Esa noche sucedió lo mismo, vieron al religioso dando vueltas en el interior del Templo de Santo Domingo y al llegar a verlos de frente nuevamente ven el rostro desfigurado. El vicario cae desmayado y ,por lógica, salen todos del lugar. Al día siguiente, van de nueva cuenta con el señor Cura y él incluso regaña al Padre Vicario por creer esta situación, prometiendo a ahora él acudiría al templo por la noche. Y así las cosas, efectivamente esa noche acude al templo y ve cómo a las tres de la mañana pasa ese fenómeno de la aparición del religioso, pero en un afán de curiosidad ahora sale el párroco al encuentro del mencionado personaje y lo primero que ve es el rostro desfigurado.
Cayendo el párroco desmayado, el religioso desaparece y los jóvenes se encargan de atender al incrédulo párroco de la ciudad, quien inmediatamente realiza ceremonias para pedir por el descanso de esa alma que se encontraba en el Templo de Santo Domingo. Esta es parte de las historias que cuentan nuestros padres y que en estos días se cuentan, recordando a los que ya se nos han adelantado.