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Para ser realistas, he pasado la mayor parte de mi vida siendo adicta a las redes sociales, la aprobación social, el estatus social y mi apariencia física. Estaba consumida por ello”. La inusitada confesión proviene de Essena O’Neill, una modelo australiana de 18 años con admiradores a montón, quien recientemente dijo adiós a sus 712 … Leer más

16 de noviembre 2015

Para ser realistas, he pasado la mayor parte de mi vida siendo adicta a las redes sociales, la aprobación social, el estatus social y mi apariencia física. Estaba consumida por ello”. La inusitada confesión proviene de Essena O’Neill, una modelo australiana de 18 años con admiradores a montón, quien recientemente dijo adiós a sus 712 mil seguidores en Instagram para abrirse paso a una vida más sustanciosa y auténtica. “Las redes sociales no son la vida real”, confiesa la arrepentida ‘bloggera’, quien llega a la conclusión de que somos una generación de cerebros lavados.

O’Neill reconoce que se encontraba tan obsesionada por verse bien en las fotos que subía a la red, que en una ocasión, cuando estaba en la playa, se hizo tomar 100 fotografías en la misma pose antes de seleccionar la que le satisfizo más: aquella en la que su estómago se veía bien.

Tan popular se volvió, que las casas de moda le empezaron a pagar para que vistiera tales o cuales ‘trapitos’. Lo único que tenía que hacer era dejarse ver con el vestido que subrepticiamente promocionaba y sonreír inocentemente ante su casual elección del día.

Más allá del dinero, Essena reconoce que su motivación principal era sentirse socialmente aceptada. “Pasé la mayor parte de mi adolescencia absorta en mí misma –puntualiza–, tratando desesperadamente de complacer a los demás”.

Es de llamar la atención cómo la redimida figura internáutica hace alusión, quizá involuntaria, a la esencia misma del narcisismo: la obsesión por nuestra propia persona. Como sabemos, en la leyenda el joven Narciso quedó ensimismado de su propia imagen cuando se vio reflejado en el estanque.

Todo lo anterior nos lleva al tema del ‘look’, es decir, la manera en que nos presentamos ante los demás para causarles la mejor impresión. No hay nada censurable en ello, pues es incluso una señal de autoestima elevada. Sin embargo, se convierte en problema cuando acentuamos nuestra apariencia física con el propósito fundamental de sentirnos aceptados.

Gilles Lipovetsky, el legendario filósofo, aborda esta idea en su libro ‘El imperio de lo efímero’, un concienzudo estudio sobre el impacto de la moda en la vida contemporánea. Afirma allí que en sociedades dominadas por la frivolidad, como la nuestra, la moda ya no es un simple accesorio, sino la ‘piedra angular’, por el afán consumista que la vuelve tan atractiva.

El pensador francés nos hace ver que nuestra marcada fijación por la moda nos ha llevado a formar parte de ‘la época del look’, caracterizada por el hedonismo y la individualización narcisista extrema. “El look y su embriaguez de artificios, de espectáculo y de creación singular –plantea–, responden a una sociedad en la que los valores culturales primordiales son el placer y la libertad individuales”.

¿De qué manera opera este mecanismo de engaño y autoengaño, tan claramente ejemplificado por la historia de Essena O’Neill? “Narciso –nos hace ver Lipovetsky–… tiende a rehabilitar el espectáculo por sí mismo, el exhibicionismo lúdico y sin trabas, la fiesta de las apariencias. Con el ‘look’… no hay más que jugar con lo efímero, brillar sin complejos en el éxtasis de la propia imagen inventada y renovada a gusto”.

Con Facebook buscamos sin duda presentar nuestra mejor cara ante propios y extraños. ¿Qué sentido tendrían, pues, las ‘selfies’ si no es para mostrarnos como personas ‘super-cool’, alegres y atractivas, a pesar de que en la vida real nos sintamos miserables, inseguros e infelices? ¿Hasta qué punto nos dejamos llevar por las tentaciones del ‘look’ para fabricar una cortina de humo que nos faculta a esconder lo que realmente somos? ¿Será qué rehuimos las conversaciones a la antigüita, cara a cara, para no exponernos al escrutinio de nuestro verdadero ser, y por ello procuramos la fachada de las redes sociales?

Me parece urgente que empecemos a abordar preguntas como las anteriores para exorcizar la posibilidad del autoengaño narcisista, como lo ha hecho la propia Essena, quien echó a la basura las 2 mil fotos de su cuenta de Instagram para dejarse de ver como una falsa diosa de lo ‘chic’ y lo ‘sexy’.

Para demostrarnos que lo suyo no es una mera llamarada de petate, la joven modelo ha creado su propio sitio web, al que ha bautizado como ‘Let’s be gamechangers’ (Cambiemos las reglas del juego). De acuerdo con el diario hispano El País, ella ha dado a conocer en dicha plataforma su declaración personal de principios, en la que describe a detalle su renovado entusiasmo por el bienestar mental, físico y espiritual.

¿Cuántos de los lectores estarían dispuestos a sacrificar sus cuentas de Facebook, Whatsapp, Instagram y similares para reencontrarse con su verdadero ser? No sería nada fácil, cierto. Sin embargo, reconozcámoslo, Essena valientemente nos ha marcado la pauta.

(*) Doctor en Comunicación por la Universidad de Ohio y Máster en Periodismo por la Universidad de Iowa.

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