De entre las tradiciones decembrinas queretanas, la que suele conllevar mayor expectación es la Cabalgata. Se trata de un recorrido por las principales calles del Centro Histórico de Querétaro que aún lleva ese nombre, a pesar de que no participa en él ningún caballo, sino plataformas con ruedas, arrastradas por tractores.
A diferencia de los tradicionales carros bíblicos, que recorren las mismas calles la noche del veinticuatro de diciembre y donde se recrean, año con año, pasajes bíblicos inamovibles en una tradición centenaria, la llamada Cabalgata, justo la noche anterior, varía de motivos y de características; es más flexible, y por tanto, propicia para la innovación.
Por eso causa una curiosidad más acusada en los queretanos de siempre, que no acuden a ella solo motivados por la tradición, sino también, por ese interés por verse sorprendidos, aunque acaso en el fondo de su corazón desean que la sorpresa no sobrepase los límites de la costumbre.
Antaño, al día siguiente del recorrido de la Cabalgata, los queretanos que antes dominaban en número la población de la ciudad, asumían con pasión la discusión sobre los pormenores de la tradición de la noche anterior, ya fuese para quejarse de sus contenidos o de los materiales con los que los carros fueron confeccionados, o en menores ocasiones, para exaltar las bondades de los temas y las formas de lo que habían visto en las calles citadinas.
La Cabalgata era, efectivamente, un recurrente tema de conversación en los días subsecuentes a su desarrollo, y sus contenidos solían ser guardados con sumo recato por los organizadores, alimentado esa expectación que siempre despertaba.
Y la tradición, pese a tener características que invitan a su transformación, nunca se movió del todo, seguramente por el carácter propio de los habitantes de estas tierras, llamados más por el camino de la mesura que de la experimentación.
Por ello, cuando a alguno de los patronatos encargados de la organización de la Cabalgata se le ocurrió que ésta podría incursionar en los ámbitos de la modernidad, acercarse a las nuevas tecnologías y asemejarse un poco a desfiles tan famosos como el norteamericano de Las Rosas, el resultado no fue precisamente exitoso.
Acaso, como digo, porque el queretano de siempre deseaba ser sorprendido cada año por su Cabalgata, pero no lo suficiente como para rozar el escándalo. O tal vez porque, a la par de sorprenderse, siempre anhelaba un buen pretexto para la crítica cotillera de los corrillos más añejos. La Cabalgata, como todo, debía tener sus deficiencias para hacerla interesante; sus puntos negros necesitados de ser llevados a la luz de la crítica y la conversación punzante.
Y todo ello, quizá en menor medida, sigue estando vigente. Al menos entre los queretanos de más evidente estirpe.
Este año, la tradicional Cabalgata será dedicada a la Universidad Autónoma de Querétaro, máxima institución educativa de la entidad, la que mostrará su quehacer en los diversos carros que, tirados por tractores, recorrerán las calles de nuestra ciudad.
Esas calles, como siempre, se llenarán de un público expectante, dispuesto a gozar de una tradición navideña más, pero como siempre, bastantes pares de ojos estarán deseando sorprenderse con lo que los carros contengan. No demasiado. Sólo lo suficiente para no escandalizarse. Sólo lo suficiente para comparar esta edición con las anteriores y encontrar entre sus detalles los motivos necesarios para la conversación, y si se puede, para la también más tradicional y queretana crítica.