Por: Amado López Guerra
La Reforma Educativa y su instrumentación fundada en La Ley General del Servicio Profesional Docente, han conducido a la educación básica hacia una crisis que hasta el momento se mantiene. Recordemos que la milenaria cultura china, reconoce a la crisis como peligro y oportunidad, las dos simultáneamente. De lo que hagamos depende si caemos en el peligro o creamos una nueva oportunidad.
En toda crisis, se recurre a lo único que tenemos seguro, a la historia, al pasado y desde la memoria aparece en estructura y con jerarquía, el orden secreto que permite entender la vida propia y la ajena, la de hoy y la de otro tiempo. También se revelan ideas y esperanzas que son la materia prima para construir el futuro. (José Ortega y Gasset. “La Historia como sistema”. 1984. Ediciones Sarpe. Madrid, España).
La crisis educativa que enfrentamos es una más de las manifestaciones de las dos fuerzas que se confrontan en el México actual. Un México que se ha caracterizado por siglos por la desigualdad extrema, la pobreza, la corrupción. Y el nuevo México, que empujado por la mundialización desea ser una sociedad moderna y libre de los vicios del pasado.
El eje central y motor de todos estos vicios que avergüenzan es la corrupción. Es tan grande esta “ancla” de nuestra sociedad, que los expertos han tenido que hacer estimaciones parciales por ámbito, para poder entender al fenómeno que nos ahoga.
De acuerdo al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en el crecimiento económico y el desarrollo, la corrupción nos cuesta 200 mil millones de dólares al año, tan solo en procesos de compras y contrataciones. Por ejemplo, en el 2014, el Producto Interno Bruto (PIB, la riqueza que produce cada año en país) fue de 17.8 billones de pesos y se perdió en la corrupción el 5% de esta riqueza social, es decir, 890 mil millones de pesos, que equivalen a 87 veces el presupuesto de la UNAM, 66 veces el presupuesto del poder Legislativo, 7.7 veces el presupuesto de la Secretaria de Desarrollo Social y tres veces el de la Secretaria de Educación Pública”. (German Petersen. “Como analizar y entender la lucha en contra de la corrupción en México”. Revista Este País. Revista N° 296 de diciembre de 2015. México).
La corrupción afecta especialmente a los más pobres y contribuye por ende a una mayor desigualdad. Los estudios revelan que mientras el conjunto de los hogares paga 14% de su ingreso en corrupción de trámites y servicios, aquellos hogares que perciben un salario mínimo o menos, pagan a la corrupción el 33% de su ingreso, lo que deteriora su capacidad de consumo y los hunde aún más en la pobreza. Punto y aparte de todo aquello que no se les puede dar en educación, salud, servicios y empleos por falta de recursos.
La corrupción afecta la confianza en las instituciones y también la confianza interpersonal. Los observadores consideran que cuando no hay confianza todo se vuelve más lento.
Es común y cómodo atribuir solo a los maestros los problemas de la educación en México. Cuando todos sabemos que los resultados de la formación escolar, tienen que ver con el gobierno, los medios de comunicación masiva y los padres de familia. En la capacidad de aprendizaje influyen también las condiciones personales de los estudiantes. (Armando Chacón. “El otro lado de la educación en México”. Revista Este País. Julio de 2012. México.)
Se puede ver en perspectiva, el orden y jerarquía secreto, como dice Ortega, de la actual crisis educativa, que es una más de las manifestaciones de las dos tendencias nacionales que se enfrentan en México.
Las preguntas son ¿De qué lado estamos? ¿Qué hacemos? ¿A que le apostamos, al peligro o la oportunidad?