Pero no se preocupe, estimado lector; no le voy a hablar de futbol. No es mi especialidad y acabaría por recetar una serie de sandeces que, seguramente, harían enfurecer a los entendidos. Lo que le quiero platicar son dos puntos colaterales, acaso nimios, a ese espectáculo que con los míticos Gallos Blancos se presentan a cada partido en el Corregidora, el legendario estadio que un día se empeñara en levantar, con tesón manifiesto, don Rafael Camacho Guzmán.