El tercer lunes de enero, en Estados Unidos se celebra el Día de Martin Luther King Jr. (1929-1968)
“Tengo un sueño… que un día esta nación se pondrá de pie. Ésta es nuestra esperanza”, memorable y estremecedor discurso de Martin Luther King pronunciado ante miles de estadounidenses en agosto de 1963. Icono en la lucha por el derecho al voto, la no discriminación y los derechos civiles básicos, su anhelo era que la gente pudiera coexistir armoniosamente.
Hoy, 53 años después, yo también tengo un sueño: que en México la democracia sea una forma de gobierno y un estilo de vida fundada en el respeto a los derechos de todos los mexicanos; y que la sociedad mexicana, participativa y exigente, sea corresponsable en la tarea “del deber ciudadano como deber práctico, no teórico”. Mi sueño es el derecho ciudadano a tener un buen gobierno.
En una democracia todos somos iguales cuando elegimos a quienes nos gobiernan para representarnos. No puede haber sociedad sin una autoridad que sea expresión de la colectividad, que entienda su misión y cumpla su deber para que esa sociedad logre sus fines. Es lo que constituye el bien común.
Según algunos expertos, el buen gobierno se caracteriza por la forma de ejercicio del poder en un país, por los rasgos de eficiencia, transparencia, rendición de cuentas, participación de la sociedad civil y estado de derecho. La conjunción de esos rasgos revela la determinación del gobierno por utilizar los recursos disponibles a favor del desarrollo económico y social.
Un factor clave de un buen gobierno, es que las instituciones cuenten con servidores públicos que mantengan un comportamiento íntegro en su cargo y que actúen siempre con probidad y ética, valores esenciales para lograr una conducta adecuada. No deben olvidar que están al servicio de la comunidad. Idealmente, éstos son elementos claves para mejorar la eficiencia y dar buenos resultados, lo que propicia mayor confianza en la población. En la realidad mexicana, pervive la desconfianza por los malos resultados en la gestión pública y porque las demandas ciudadanas rebasan la capacidad de respuesta de la autoridad. ¡Triste realidad!
Otro factor vital, es la sociedad en su conjunto. La participación ciudadana en el proceso de decisiones es el punto clave de un buen gobierno, ya sea directa o por conducto de intermediarios legítimos de la sociedad. Esta participación debe estar informada, bien organizada y caracterizada por la libertad de expresión. Una sociedad responsable debe ser vigilante de sus gobernantes y exigente de la atención que recibe. Realmente, como sociedad no hemos sabido apropiarnos de las operaciones políticas que los últimos veinte años mejoraron la convivencia de diversidad política, no vivida antes.
Para que México cuente con un buen gobierno en los diversos órdenes de la vida nacional, debe proponer una convergencia entre democracia y desarrollo que refleje el consenso social, respeto a las normas, justicia, igualdad, bienestar, entre otros. Alcanzar esta expectativa implica evolucionar a un sistema institucional renovado que estimule el crecimiento económico, la participación y la equidad social. Por ende, un buen gobierno debe aspirar a la calidad en el ejercicio del poder que propicie la gobernabilidad democrática.
Mi sueño es que México cuente con un buen gobierno y una sociedad más participativa. Espero se cristalice el próximo 7 de junio cuando miles de ciudadanos salgan a votar con esa perspectiva. Habrá comicios electorales en 13 estados: 12 gubernaturas, 965 ayuntamientos en 11 estados, y 488 diputaciones de mayoría y de representación proporcional en 12 estados. La arena política en estas entidades tiene ya un gran dinamismo al interior de las diversas fuerzas políticas.
Hago votos para que las contiendas se desarrollen en un marco de respeto, transparencia y legalidad. Y no repitan el caso Colima.
(*) Política, conferenciante y humanista comprometida con la construcción de una sociedad más justa y equitativa