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Ya sé que escribir sobre sexualidad puede ser muy redundante. Para esto hay montones de revistas que abordan el tema ya sea de forma conservadora o muy liberal. El asunto es que últimamente el tema del sexo ha sido recurrente en la consulta clínica psicológica ¡y bueno! aprovechando que inicia el mes del amor y … Leer más

3 de febrero 2016

Ya sé que escribir sobre sexualidad puede ser muy redundante. Para esto hay montones de revistas que abordan el tema ya sea de forma conservadora o muy liberal. El asunto es que últimamente el tema del sexo ha sido recurrente en la consulta clínica psicológica ¡y bueno! aprovechando que inicia el mes del amor y la amistad, pues trataré de abordarlo en éste espacio. No escribiré sobre formas, maneras, posiciones o de preferencias, sino de estados sexuales. Me refiero a uno en particular: la fatiga sexual.

Las y los pacientes hacen referencia a que cuando exceden en esfuerzos para realizar una determinada actividad se muestran cansados y estresados y no se sienten en condiciones, física ni emocional, para seguir laborando. Quizás un descanso, un dejar de hacer, ayudaría para continuar con una de las grandes satisfacciones de la vida: el trabajo. Aunque hay estudios que refieren que en escenarios laborales con mucho estrés, por exigencias extremas, la promiscuidad sexual es una forma reactiva para controlar la tensión, lo cierto es que la mayoría de los pacientes que denuncian estados de ánimo disminuido, fatiga crónica, estrés familiar, conflictos laborales o de pareja, tienen un “cansancio por la vida” y una prolongada abstinencia sexual. Esto parece ser razonable, pues el estrés, la depresión y las disfunciones sexuales conllevan alteraciones cognoscitivas, emocionales y de la conducta que inhibe las motivaciones psicológicas y espirituales.

De igual forma, las amas de casa con todas las actividades que realizan a diario es natural que lleguen exhaustas al final del día. Los pensamientos sobre asuntos pendientes, preocupación por los hijos y por las limitaciones psicológicas van a participar en las disfunciones sexuales ya conocidas. Se estima que entre el cuarenta y el sesenta por ciento de las parejas, mayores de 35 años, presentan un conflicto con el desempeño de su sexualidad que se mantiene en silencio. El reclamo principal es: varones exigentes y mueres apáticas. Una manifestación más de la apatía es el sedentarismo, el cual produce –dicen- obesidad y –según estudios- alta inhibición de la actividad sexual.

El asunto es más complejo si consideramos que a estas problemáticas pueden estar ligadas fracasos personales en otras esferas de la vida pues la apatía y la falta de voluntad aminora otros intereses cotidianos. No porque los hombres sean más exigentes tienen una mejor respuesta y desempeño sexual con su pareja, lo cual depende también de la personalidad de ambos, su dinámica emocional y la cronicidad de la apatía.

La clave de todo esto, y así lo muestran los pacientes consultantes, es que ante todo episodio de cansancio prolongado, fatiga crónica y desinterés general habría que consultar al médico y al psicólogo para resolver conflictos con la sexualidad y recuperar la armonía y el deseo para hacer y disfrutar de la vida.

La fatiga sexual está referida en parejas, no porque lo hacen en demasía, sino porque casi no lo hacen debido el cansancio y desinterés en la que se encuentran. La incidencia es alta y creo que estamos ante un padecimiento que tomará grandes magnitudes. ¿Será?

Por: Juan Carlos García Ramos, Psicólogo Clínico

Blog: www.psicologogarciaramos.bligoo.com.mx

 

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