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“La constitución sirve, podría decirse, no sólo como un derecho de los abogados, sino como un derecho de la gente” Joseph Raz, Sobre la autoridad e interpretación de las constituciones.  ¿Para qué sirve una Constitución? Para dar estructura al gobierno de un país y fijar los derechos mínimos de sus habitantes; se dice en pocas … Leer más

25 de febrero 2016

“La constitución sirve, podría decirse, no sólo como un derecho de los abogados, sino como un derecho de la gente”

Joseph Raz, Sobre la autoridad e interpretación de las constituciones. 

¿Para qué sirve una Constitución? Para dar estructura al gobierno de un país y fijar los derechos mínimos de sus habitantes; se dice en pocas líneas pero se desarrolla en varias páginas. Sobre las constituciones se escriben tratados, se dictan sentencias, se discute lo mismo en la calle que en los tribunales.

Es texto vivo. Son derechos que se reclaman todos los días.

Ya en estas páginas me he ocupé la semana pasada de los achaques de nuestra Constitución mexicana. Hoy quiero centrarme en comentar algunas de sus características, en términos meramente numéricos. Veamos:

La elaboración del texto constitucional consumió aproximadamente dos meses, en los que se partió de la propuesta original de Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y orgulloso portador de una barba a lo Boulanger. En cuanto a grupos políticos, podemos contar dos, ya que si bien se asumían todos como constitucionalistas (por virtud de la convocatoria al Congreso estaban excluidos huertistas, zapatistas, villistas, y todo “ista” diverso a los seguidores del Prócer de Cuatro Ciénegas) existieron los moderados, diríamos hoy la postura oficial; y los radicales, en buena medida agrupados con Álvaro Obregón, aquel de quien la conseja popular afirma que exclamó: “el único pecado de don Porfirio fue envejecer”.

En cuanto a extensión, en su origen contaba aproximadamente veintiún mil palabras. Hoy, tras casi una centuria de existencia, la cifra llega casi a sesenta mil. Ya lo comentaba la semana pasada, un grave caso de inflación legislativa.

Las modificaciones que ha tenido, afectan al ochenta por ciento del total de sus ciento treinta y seis artículos. Curiosamente no se han adicionado más numerales, situación que ha provocado que se incluya en un mismo artículo materias muy diversas, que por sí mismas reclamaban su propio apartado.

Tales reformas se han visto reflejadas en un total de seiscientas noventa y seis modificaciones a los artículos, señaladamente el 73, que al establecer las competencias del Congreso de la Unión, ha servido para centralizar asuntos que antes se encontraban en la órbita de las entidades.

Lo curioso es que, contrario a lo que muchos piensan, el mayor número de reformas no se dieron en el periodo del partido hegemónico, sino justamente a partir de la apertura democrática y la transición. Dos terceras partes del total de las modificaciones son posteriores a 1982.

En cuanto a reformas por periodo presidencial, el lucidor de corbata de moño sin ser hipster, don Adolfo Ruiz Cortines, publicó únicamente una. En el tiempo de Felipe Calderón y en el periodo que corre es cuando más reformas se han aprobado.

Ahora bien, en cuanto a la vida de un texto constitucional, tenemos que el promedio es de veinte años. La nuestra es así vista con reverencia por la mayoría de las jóvenes constituciones de otros países, que quisieran vivir la mitad que la dictada aquí en Querétaro.

Números que nos hablan de relevancia. Si la Constitución nacional no fuera importante, no tuviera real impacto en la vida política y social, ¿para qué estaría mutando con tanta intensidad y rapidez?

Por: Luis Octavio Vado Grajales

Página: http://elconstitucionalista.blogspot.mx/

 

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