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Como la mayoría de los cinéfilos podrán atestiguarlo, los premios Oscar otorgados por la Academia a Alejandro González Iñárritu, Leonardo DiCaprio y Emmanuel Lubezki por El Renacido (The Revenant) son un justo reconocimiento a un filme de extraordinaria factura. El heroísmo del personaje principal para sobrevivir a las calamidades es un conmovedor recordatorio de que … Leer más

7 de marzo 2016

Como la mayoría de los cinéfilos podrán atestiguarlo, los premios Oscar otorgados por la Academia a Alejandro González Iñárritu, Leonardo DiCaprio y Emmanuel Lubezki por El Renacido (The Revenant) son un justo reconocimiento a un filme de extraordinaria factura.

El heroísmo del personaje principal para sobrevivir a las calamidades es un conmovedor recordatorio de que el ser humano es capaz de salir adelante a pesar de las circunstancias. Historias como ésta representan, sin duda, un dulce bálsamo para nosotros los espectadores, cotidianamente sometidos a los retos que el destino nos pone por delante.

Para algunos, sin embargo, el verdadero protagonista de esta cinta es la Madre Naturaleza, retratada con excelsitud por el ojo clínico de Lubezki a lo largo de dos horas y media.

Y no es solo la calidad de la fotografía la que nos captura. Las largas secuencias con un mínimo de cortes, que son el sello distintivo de González Iñárritu, contribuyen activamente a la abrumadora sensación de sentirnos empequeñecidos ante el embate de las feroces tormentas invernales, la vertiginosidad de las aguas de los rápidos y la resiliencia del mundo animal, simbolizada por una celosa madre que, al proteger a sus oseznos, poco menos que despedaza al atribulado buscador de pieles.

La fascinación sentida ante las fuerzas de la Naturaleza  y su poder sanador es un fenómeno largamente estudiado por naturalistas y filósofos. Desde nuestros orígenes, los seres humanos nos hemos maravillado ante el portento del mundo natural, que rebasa nuestra capacidad de asombro.

En un artículo aparecido en el número más reciente de la revista Psychology Today, Carlin Flora aborda el tema de la fascinación y nos hace un llamado a olvidarnos por un momento de nuestros problemas y reconectarnos con este sentimiento.

En su ensayo cita a Michio Kaku, un connotado científico japonés, dueño de una enorme elocuencia: “Tus nimias preocupaciones egoístas son una minucia ante la grandeza del universo. La fascinación es una especie de ‘shock’ existencial. Puedes darte cuenta de que habita en ti el egoísmo y que dependes también de aquello que es más grande que ti. Cuando volteamos hacia las estrellas, no podemos sino pensar que nuestros problemas son una trivialidad comparados con la majestuosidad del cielo nocturno”.

Flora está convencido de que la fascinación ante las cosas que nos trascienden es el antídoto ideal para el narcisismo característico de nuestra era, sustentado en una irracional obsesión por nosotros mismos. Un egocentrismo ejemplificado por las “selfies”, esas fotografías en que nos empeñamos en ponernos en primer término, para convertir a todo lo demás en un mero escenario de fondo.

Las instituciones religiosas, que se han especializado en dar cauce a nuestro asombro ante el misterio divino, son un punto de partida, pero no son suficientes, pues se impone también una urgente reconexión interior con la Naturaleza.

Atrapados en la monotonía de la jungla urbana, nos hemos convertido en poco menos que ratas de laboratorio, frenéticamente caminando en círculos en los asfixiantes confines de esas jaulas que llamamos ciudades.

A tan árido escenario podemos agregar el lamentable espectáculo de millones de individuos que circulan por las calles contemplando socarronamente las pantallas de sus celulares en vez de levantar la vista para contemplar la cúpula celeste, que nunca deja de estar al alcance de sus notoriamente mermados sentidos. Recobrar nuestra fascinación por la Naturaleza es la mejor manera de recuperar la vitalidad perdida.

En su ensayo, Flora nos obsequia con un sencillo mecanismo para evaluar nuestro sentido de fascinación, el cual retransmito a los lectores. Lee las siguientes seis afirmaciones y evalúate del 1 al 5 en cada una: date 5 puntos si la frase te describe a la perfección, 4 si te describe con alguna exactitud y así sucesivamente.

1) Experimento a menudo un sentido de fascinación por todo aquello que me trasciende, 2) puedo contemplar la belleza en todo aquello que me rodea, 3) me maravillo ante las cosas casi todos los días, 4) seguido busco encontrar de qué manera las cosas a mi alrededor se encuentran conectadas entre sí, 5) poseo numerosas oportunidades de apreciar la belleza del mundo natural, 6) busco experiencias que me permitan poner a prueba mi entendimiento de las cosas.

Si obtuviste 25 puntos o más, no solo no has perdido la capacidad de sentir tu pequeñez ante el colosal esplendor de la existencia. Has aprendido también a entender la justa dimensión de tus aflicciones. En ello reside el poder de la auto-sanación.

(*) Doctor en Comunicación por la Universidad de Ohio y Máster en Periodismo por la Universidad de Iowa

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