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Concluyo con estas narraciones serie de historias zen a la mexicana. EL LACAYO DE SAN FRANCISCO DE ASÍS. Cuando se corrió la voz de que el santo varón Francisco de Asís vivía en una casa en la cima de una montaña, un aldeano decidió emprender una larga y ardua jornada para conocerlo. Cuando llegó a … Leer más

28 de marzo 2016

Concluyo con estas narraciones serie de historias zen a la mexicana.

EL LACAYO DE SAN FRANCISCO DE ASÍS. Cuando se corrió la voz de que el santo varón Francisco de Asís vivía en una casa en la cima de una montaña, un aldeano decidió emprender una larga y ardua jornada para conocerlo. Cuando llegó a su destino, fue recibido por un lacayo, a quien le pidió que lo condujera ante la presencia del fundador de la Orden Franciscana.

Mientras caminaban por las habitaciones, el lugareño volteaba hacia todos lados anticipando el momento de encontrarse con el ejemplar varón. Para su desencanto, fue conducido hasta la puerta trasera, por la que se le indicó que saliera. Frustrado, encaró al sirviente: “No entiendes, ¡lo que yo quiero es conocer al amoroso Francisco de Asís!”

“Pero si ya me conociste, hijo mío”, le respondió el beatífico patricio, a quien el iluso había tomado por un modesto criado. “A todos quienes encuentres en tu vida, a pesar de que te parezcan simples e insignificantes, deberías verlos y tratarlos como lo hubieras hecho conmigo.”

CARLOS CASTANEDA RECIBE UNA LECCIÓN. Se dice que en una ocasión el entonces novel escritor Carlos Castaneda le preguntó a Don Juan Matos, su admirado maestro espiritual: “¿Qué le pasa a un chamán después de la muerte?” El patriarca yaqui le contestó: “¿Y cómo habría yo de saberlo?” Con ironía, Castaneda le hizo ver: “Porque usted es un chamán, ni más ni menos”. Y su preceptor apuntó: “Sí, Carlitos, pero no me he muerto”.

YOGANANDA A ORILLAS DEL GANGES. El legendario Paramahansa Yogananda meditaba a orillas del Ganges, cuando un joven se le acercó: “Nada me haría más feliz que convertirme en uno de sus discípulos, venerable swamiji”. El ilustre yogui le pidió que le diera una razón. “Porque de la manera más ardiente quisiera encontrar a Dios a través de usted”, le respondió el zagal.

Inesperadamente, Yogananda lo tomó de la camisola, lo arrastró hacia el río y le sumergió la cabeza en el agua. El muchacho empezó a patalear y forcejear, pero el gurú lo sostuvo así un minuto entero. Tras toser agitadamente, el confundido chico empezó a recuperarse.

Con voz serena, el iluminado le inquirió: “Dime, ¿qué es lo que más deseabas cuando estabas bajo el agua?”

“¡Aire!”, respondió sin chistar el interpelado.

“Muy bien – le instruyó Yogananda –, vete a casa y regresa cuando anheles encontrar al Divino tanto como deseaste el precioso aire que hace unos instantes te faltaba”.

EL TZOTZIL QUE SE ARROJÓ AL CAÑÓN DEL SUMIDERO. Caminaba un día Cuzcat Winik’otik, un campesino tzotzil de Chenaló, por las alturas del cañón del Sumidero.

Al llegar a un risco, se encontró con Uay Balam, el majestuoso jaguar. Enfadado porque el viajero había entrado a sus dominios sin haber pedido permiso, el escurridizo felino lo empezó a perseguir por los linderos. Aterrado, Cuzcat se echó a correr. Para su mala fortuna, llegó al límite del cañón, sin escapatoria posible.

Desesperado, no le quedó más opción que arrojarse al vacío. Para su fortuna, quedó enganchado de la rama de un chicozapote que crecía al borde del precipicio y empezó a balancearse de manera precaria.

Sin embargo, el destino le tenía reservada otra sorpresa, pues dos ratones salieron de su agujero y empezaron a roer la delgada rama, que en pocos segundos se desprendería.

Fue entonces cuando el aldeano advirtió un suculento zapote frente a sus ojos. Sin más, lo tomó con la mano que le quedaba libre y le dio una mordida. Su rostro reflejó un placer indescriptible. Fue éste el manjar más delicioso que Cuzcat Winik’otik, oriundo de Chenaló, degustó en su corta vida.

¿DUDAS QUE ESTAS HISTORIAS SEAN VERDADERAS? Tu intuición es  correcta. Se trata de mi peculiar versión de parábolas zen transmitidas de generación a generación en el lejano oriente. En mi afán de imprimirles un toque de realismo, me he tomado la licencia de salpicarlas de figuras de la historia y el arte a quienes con devoción admiro. Espero que las hayas disfrutado.

(*) Doctor en Comunicación por la Universidad de Ohio y Máster en Periodismo por la
Universidad de Iowa

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