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El tratamiento que los gobiernos le dan a la educación produce desesperanza. Después de tres años y meses de haber tomado posesión, El Gobierno Federal se da cuenta de que en el país hay miles de escuelas que no tienen corriente eléctrica, y presumen su falta de atención a lo prioritario, haciendo una ceremonia para … Leer más

7 de abril 2016

El tratamiento que los gobiernos le dan a la educación produce desesperanza. Después de tres años y meses de haber tomado posesión, El Gobierno Federal se da cuenta de que en el país hay miles de escuelas que no tienen corriente eléctrica, y presumen su falta de atención a lo prioritario, haciendo una ceremonia para acordar con la Comisión Federal de Electricidad que se remedie el problema. A ver cuando se dan cuenta de que otros tantos miles de planteles educativos no tienen servicio de agua, drenaje y baños. (Periódico Reforma. 1 Abril 2016. “Por aulas iluminadas”. Ciudad de México).

Los analfabetos y aquellos individuos que no han terminado su educación básica suman en conjunto casi treinta millones de compatriotas. Para correr una cortina de humo sobre el problema se lanza el Programa Especial de Certificación de Saberes Adquiridos (PEC). Una vez más ¿porque hasta ahora se promueve este programa remedial? Además, lo que de hecho se está reconociendo es el fracaso de la educación pública. Si no hay atención a la demanda educativa suficiente, ni enseñanza de calidad, ni retención de los alumnos, apoyos efectivos, liderazgo y capacitación, seguirán creciendo el número de analfabetos y de personas educadas de forma irregular e incompleta. (Sonia del Valle. 5 abril 2016. “Facilita SEP concluir primaria y secundaria”. Ciudad de México. Periódico Reforma).

De parte de las autoridades nada se escucha sobre el aprendizaje y la enseñanza. En educación la autoridad debe ejercer magisterio, pero educativo no político. Ante esa carencia de auténtico liderazgo educativo, los maestros ahora tenemos un padrastro cruel, son los gobiernos que poco o nada saben de educación, ni quieren aprender, pero que tampoco capacitan a los maestros que mueven al sistema, pero si los hostilizan. A pesar de todo, los maestros no estamos huérfanos de liderazgo pedagógico, somos discípulos de los filósofos, ellos guían nuestro hacer con sus creaciones, hallazgos y polémicas, ideas que se tornan en pedagogías, ciencias de la educación y en prácticas de trabajo en las aulas. Por ejemplo, durante siglos los maestros hemos seguido la idea del filósofo y medico inglés John Locke (1632- 1704), quien sostenía que el niño es una “tabula rasa” al nacer, es decir, un lienzo en blanco sobre el que la experiencia escribe. En su libro Ensayo sobre el entendimiento humano, Locke refuta las ideas de filósofo francés Renato Descartes, quien sostenía que ciertas ideas y conceptos eran innatos en los seres humanos, es decir, que han nacido con el sujeto y no son adquiridas por educación ni experiencia. Años después el filósofo alemán Manuel Kant (1724-1804) planteó la idea de que parecían haber conocimientos innatos como las categorías de tiempo, espacio y causalidad. Pensadores contemporáneos, como el catalán Martí E. demostró con bastante éxito que también estas categorías se construyen. De estas progresiones filosóficas y de varias corrientes pedagógicas surgió el concepto de los conocimientos previos. Ellos son ese conjunto imperfecto y no estructurado de ideas, vivencias e imaginaciones, que los niños adquieren desde que nacen, por la experiencias que tienen con su propia mente, y por los contactos con otros seres humanos y con las cosas del mundo. Todos los individuos, sin importar la edad o nivel educativo tenemos conocimientos previos, pues el mundo moderno nos tiene saturados de información que hemos captado de forma fragmentaria, confusa y muchas veces engañosa. Esos conocimientos previos son materia prima para el aprendizaje, si los organizamos y les damos sentido. En la actualidad, la educación en casi todo el mundo está guiada por las teorías constructivistas, ese conjunto de ideas que plantean que el aprendizaje consiste básicamente en una restructuración de los conocimientos previos, más que en la substitución de unos conocimientos por otros. Por ese motivo, varios pedagogos actuales consideran como una postura inicial de cualquier proceso didáctico, partir de los conocimientos previos de los alumnos con la intención de reordenarlos. (Ignacio Pozo Municio. 2003. “Aprendices y Maestros. La nueva cultura del aprendizaje”. España. Alianza Editorial).

Para reactivar los conocimientos previos basta con hacer unas cuantas preguntas estratégicas a los aprendices, para lograr que relacionen lo que ya saben los con los conocimientos que se quieren reestructurar y formalizar como aprendizaje. (Julio Pimienta. 2007. Metodología constructivista. México. Editorial Pearson Educación).

Por: Amado López Guerra

 

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