Deben existir psicólogos o terapeutas que rechacen hacer terapias con pacientes o parejas homosexuales por la incomodidad que les representa, circunstancia por demás homofóbica, pero natural de acuerdo a su postura de tolerancia o porque les hace falta un entrenamiento terapéutico para hacer dicha intervención. El asunto es saber si el tipo de terapia deberá ser diferente de otras, si requieren algún tipo de habilidad terapéutica especial o esto depende de la esencia del tipo de personas a tratar.
Cuando se constituye una pareja con personas del mismo sexo, éstas buscan una relación de convivencia estable y mantenerla por el mayor tiempo posible; para ello requiere estar presentes sentimientos y deseos afectuosos y sexuales. Aunque pueden presentar conflictos o atravesar crisis de la misma forma que una pareja de personas heterosexuales, la capacidad de amorosidad y sexual son tan naturales en una como en otras parejas. La posibilidad de vivir en pareja no es exclusiva de relaciones heterosexuales. Van desde el modo amistoso u ocasional, pasando por aquellas que acuerdan hacerlo de manera definitiva y hasta el establecer una dinámica familiar muy particular, ahora, con la adopción de los hijos que quieran criar.
En todas las parejas se viven dificultades similares aunque hay contadas diferencias, por ejemplo, en las parejas de homosexuales o lesbianas son muy raros los embarazos tempranos y no planeados. Mucho ha de depender del tipo de la nueva pareja: puede ser una pareja cerrada (muy parecida a las parejas heterosexuales por el valor que le dan a la fidelidad) o una pareja abierta (donde cada integrante posee, con el consentimiento del otro, cierto grado de independencia).
Problemáticas como los celos, la posesividad (mayor en parejas lésbicas), la agresión, la lucha de fuerzas, las diferencias en el deseo y prácticas sexuales, las dificultades en la comunicación, la expresión de cariño, el manejo de finanzas, el estilo de vida, la preferencia religiosa (algunos son ateos), parecen ser muy comunes en parejas del mismo sexo. La diferencia es el modo en que el conflicto es manejado, pues el propósito está más orientado a una resolución consciente y comprometida por ambas personas. Aunque sus tasas de separación son altas, el sufrimiento por un engaño o ruptura llega a causar estados emocionales muy desorganizados. Lo notable es el cómo son capaces de dar estabilidad a la relación sin la presencia de hijos o barreras religiosas, familiares y sociales que puedan dificultar una separación.
Sin embargo, ni las bases de los conflictos, ni las terapias para la pareja son idénticas. De inicio, las dinámicas al interior de la relación son diferentes y más flexibles porque no hay modelos y roles sexuales tradicionales que seguir o sobre los que generan los conflictos (Kurdek). El problema está en el compromiso, en la percepción de fidelidad y en el sostener la demostración pública del vínculo afectivo. Muchas parejas del mismo sexo se forman en secreto y se reservan convivir ante sus familias, sus conocidos, colegas o compañeros de trabajo, por el temor fundado a ser rechazados o discriminados y esto genera la desconfianza en la firmeza del vínculo. Los menos expuestos son los que tienen trabajos independientes, que no dependen de otras personas, que se han declarado como homosexuales y demorado en establecer una relación de pareja.
Las parejas homosexuales suelen dividir tareas y negocian mucho mejor la distribución de las mismas de acuerdo a los distintos intereses, habilidades y el tiempo disponible de cada uno. Estas se adaptan a la ambivalencia de una sociedad que en términos de “falsa moral” acepta la homosexualidad, pero se inconforma ante las manifestaciones concretas de esas uniones.
En cuanto a las demandas de exclusividad o multiplicidad sexual, el que una pareja sea exclusiva o abierta en términos sexuales, no determina la calidad de la relación, sino los conflictos que aparecen cuando alguno se muestra más exigente que el otro. En ocasiones, el modelo triangular que incluye pasión, intimidad y compromiso es válido en la medida que existen elementos en una pareja que se identifique como tal y también lo que sucede cuando estos se debilitan o carecen de ellos.
Ofrecer una terapia a una persona o pareja homosexual no es tarea sencilla, porque debe garantizarse la ausencia de prejuicios o preconceptos y una comprensión especial de estas parejas. El sesgo negativo resulta de creer que los problemas que se presentan se deben a los conflictos en torno a la homosexualidad, pasada o presente. No son pacientes “especiales”, ni requieren terapias “muy especializadas” sino las adecuadas a personas que desean funcionar de forma libre y feliz, solos o en pareja.
Por: Juan Carlos García Ramos, Psicólogo Clínico
Profesional colegiado: www.coepsique.org