Las personas migrantes ya han elaborado una identidad de su personalidad, de sus pertenencias o dependencias, que inició en la conformación de su Yo, luego en su familia, después continúa con la familia extensa, su grupo social, los integrantes de la comunidad, de la región y, finalmente, por la influencia de sus connacionales, con la patria. El fenómeno de la migración afecta la identidad de las personas, quienes están en constantes cambios, elaborándolos, enriqueciéndolos e incorporando habilidades, vivencias y nuevos recursos para la adaptación. Entendemos por identidad, el conjunto de autorepresentaciones que permiten que el individuo se sienta, por una parte, como semejante y perteneciente a determinadas comunidades de personas y, por otra parte, diferente y no perteneciente a otras (Achotegui, 2002). Según Grinberg (1985), la identidad se adquiere en una combinación de tres elementos: lo espacial, lo temporal y lo grupal, y es siempre un proceso inacabado, una construcción constante.