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¿Qué significa triunfar? ¿Qué es tener éxito? ¿Hacerse de fama, poder y dinero? Pelé, el excelso goleador tornado en leyenda viviente, nos advierte que no va por ahí la cosa: “El éxito es trabajo duro, perseverancia, aprendizaje, estudio, sacrificio y sobretodo amor por lo que uno hace”. La psicología positiva, enfocada a la búsqueda de … Leer más

6 de julio 2016

¿Qué significa triunfar? ¿Qué es tener éxito? ¿Hacerse de fama, poder y dinero? Pelé, el excelso goleador tornado en leyenda viviente, nos advierte que no va por ahí la cosa: “El éxito es trabajo duro, perseverancia, aprendizaje, estudio, sacrificio y sobretodo amor por lo que uno hace”.

La psicología positiva, enfocada a la búsqueda de una vida plena y satisfactoria, valida los consejos del astro brasileño. Peter Seligman, fundador del movimiento, incluye a la perseverancia entre las fortalezas básicas del ser humano. La define así: “Es la continuación voluntaria de una acción dirigida hacia una meta, (sin importar) obstáculos, dificultades o desánimo”.

La perseverancia – injustamente subvalorada en los tiempos cibernéticos – te garantiza terminar lo que empiezas, por más difícil o tedioso que ello parezca

En su ‘Manual de virtudes y fortalezas del carácter’, Seligman narra un episodio en la vida de John Rockefeller. Cuando éste tenía apenas 16 años, se esmeró en colocarse en alguna de las pujantes empresas de su natal Cleveland. Ninguna, sin embargo, estaba dispuesta a contratar a un asistente contable tan falto de experiencia. Lejos de amilanarse, regresó a las compañías que lo habían rechazado para solicitar una segunda entrevista. Ante semejante insistencia, una de ellas lo acabó contratando. Con el tiempo, el tenaz adolescente se convertiría en el hombre de negocios más rico y poderoso del mundo.

El ejemplo de Rockefeller resalta la importancia de cultivar la perseverancia en el mundo de los negocios. Sin embargo, esta cualidad se hace presente en campos tan insospechados como la esfera de las artes.

Pongamos el caso de Chuck Close, un pintor que en 1984 fue condecorado con la Medalla Nacional de las Artes por el Congreso de los Estados Unidos. Apenas unos años después, una hemiplejia lo condenaría a una severa parálisis corporal. Lejos de abandonar la pintura, aprendió a medidas tan extremas como amarrar los pinceles a su muñeca para poder sostenerlos. ¡Y no ha dejado de pintar desde entonces!

Para Close, la inspiración es una cualidad menor si se le compara con la perseverancia. Entrevistado para el libro ‘Inside the Painter’s Studio’ (2009), puntualiza: “La inspiración es cosa de aficionados, el resto de nosotros simplemente nos hacemos presentes y nos ponemos a trabajar”.

Lejos de sentarse a que lo visiten las musas, apuesta a la disciplina y a la consistencia: “En un día típico, empiezo a pintar a las 9 de la mañana y trabajo hasta el mediodía.” Al regresar del ‘lunch’, continúa pintando hasta que empieza a oscurecer. Esta es, sin excepción, su rutina de todos los días. “No es necesario reinventar la rueda a diario – enfatiza –; hoy haces lo mismo que hiciste ayer y lo que harás mañana. Si perseveras, habrás de llegar a algún lado.”

La flexibilidad a la hora de pintar le facilita el proceso: “Puedo crear arte en cualquier lado y a cualquier hora, no me importa. Conozco a muchos artistas para quienes resulta esencial contar con el espacio perfecto; se pasan los años diseñando, construyendo y equipando ese espacio perfecto. Y cuando finalmente se disponen a trabajar, venden su estudio y empiezan a construir otro”.

¿Adolece este artista de una adicción al trabajo? Difícilmente. Akihito Shimazu, profesor de la Universidad de Tokio, establece una clara distinción entre quienes muestran compromiso por su trabajo y aquellos que lo abordan de manera francamente compulsiva. Los primeros encuentran divertido lo que hacen, lo cual los motiva a entregarse a fondo. En contraste, para los segundos laborar se convierte en un impulso obsesivo: no es un “quiero trabajar” sino el “tengo que trabajar”.

En la sociedad actual, tan dada al narcisismo y la gratificación instantánea, la virtud de la perseverancia ha sido confinada al rincón de los trebejos. Se le considera un bicho raro y anticuado, propio de padres y abuelos.

Craso error: si aún no hemos perdido el sentido de la responsabilidad, es menester dedicarle el tiempo necesario a las cosas que valen la pena. El “ahí se va” y el “ya más o menos quedó” es propio de individuos mediocres. ¿Qué tal, lector/lectora, si tú y yo mejor seguimos el ejemplo de personajes tan extraordinarios como Pelé, Rockefeller o Chuck Close?

Por: Raúl González Pinto, Doctor en Comunicación por la Universidad de Ohio y Máster en Periodismo por la Universidad de Iowa

Referencias bibliográficas:

  • Popova, M. (2012). “Chuck Close on creativity, work ethic, and problem solving vs. problem creating”. www.brainpickings.org
  • Peterson, C., Seligman, M. (2004). Character strengths and virtues: A handbook and classification”. Washington, D.C.: American Psychological Association.

 

 

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