La voz de las mujeres tiene importancia crítica para el futuro del mundo, y no sólo para el futuro de las mujeres.
Amartya Sen
El aumento de la participación de las mujeres en la política es ya una realidad. Hace más de veinte años, la Plataforma de Acción de Beijing abordó como uno de los temas prioritarios el de Mujer, el ejercicio del poder y la adopción de las decisiones y puso especial énfasis en el acceso de las mujeres en igualdad participación que el hombre para reflejar el equilibrio de la composición de la sociedad, necesaria para reforzar la democracia.
En pleno siglo 21, persiste la historia de mujeres a quienes de diversas formas se ha exigido obedecer y callar, no expresarse y someterse a la voluntad de otros, en virtud de una serie de prejuicios y prácticas socioculturales sobre los que se ha erigido el dominio masculino. Las mujeres de mi generación, libramos fuertes batallas en la búsqueda de un piso parejo entre mujeres y hombres para transformar ciertos paradigmas. Pero la realidad es que el “techo de cristal”, barrera sutil que no se percibe como discriminatoria, impide a las mujeres a ascender en igualdad de condiciones que los varones, especialmente en el mundo económico y en el mundo político.
Por ahora, me concentro en el mundo político. Al varón en la política se le relaciona, en automático, con autoridad, dureza, fuerza y capacidad, mientras que a la mujer se le asocia con el sentimiento, debilidad y sin poder de decisión. A pesar de ello, hoy, no solo las mujeres sino la sociedad mundial somos testigos que varias potencias mundiales como Alemania, Gran Bretaña están siendo gobernadas por una mujer; al igual que Escocia, Chile; ahora, Tokyo, y probablemente Estados Unidos.
Tema obligado en esta reflexión es la candidatura de Hillary, un hito en la historia de Estados Unidos, por ser la primera vez que un partido grande nomina a una mujer para ser presidenta. Hillary Clinton, política decidida, es la única mujer en la política mundial que ha ocupado tantos cargos públicos de alto nivel. Lo paradójico es que esta mujer que es un “zoon politikon”, que se ha preparado a lo largo de su vida para ocupar el cargo más alto de su país, se enfrente a ser votada porque ¡el otro candidato es peor!
Es una mujer mucho más cuestionada por su actuar, por ambicionar el poder, por su falta de carisma, sus intereses, entre otras cosas, que cualquier otro de los cientos de candidatos varones nominados al mismo cargo. ¿Por qué? ¿por ser mujer?: no, ésa es solo una variante. Es porque se trata de la candidata del partido gobernante en el país más poderoso del mundo. Es porque se trata de política pura en el sentido aristotélico. En el ejercicio de gobierno, es la condición humana la que conduce el actuar de las personas y por ello preservar su interés, es lo relevante y si con ello logra alcanzar el bien común, sea bienvenida su propuesta. Y para mí, especialmente por ser mujer.
Que cada vez haya más mujeres en puestos de mando en la política y en los otros ámbitos, es un paso más para romper barreras que tanto dañan la vida democrática de los países. Y como dice Hillary, “se abre el camino para todos; y cuando no hay techos, el cielo es el límite”.
Para finalizar retomo algunas frases de su magnífico discurso:
-Para traer verdadero progreso uno tiene que cambiar los corazones y las leyes. Se necesitan ambos: corazón y acción.
-La fuerza se basa en la inteligencia, el juicio, la determinación con sangre fría, y la aplicación precisa y estratégica del poder. Ese es el tipo de comandante en jefe que me comprometo a ser.
-Tenemos que sanar las divisiones en nuestro país. No sólo en cuanto a las armas de fuego, sino a la raza, la inmigración y más. Eso comienza escuchándonos unos a otros.
Es un escalón más para cumplir con lo establecido en Beijing 1995: “Los derechos de las mujeres son derechos humanos y los derechos humanos son derechos de las mujeres”.
Por: Patricia Espinosa Torres, Política, conferenciante y humanista comprometida con la construcción de una sociedad más justa y equitativa.
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