No es mi intención rendir aquí las cuentas alegres, cuando es evidente que los seres humanos difícilmente somos mejores hoy que antes. El mencionado dolor de cabeza que representa el Estado Islámico, palidece ante problemáticas de magnitudes infinitamente mayores, como el racismo, la intolerancia, la codicia, la pobreza, la inequidad social y la rampante devastación de selvas y mares. Y, como ya evidencié, la pléyade de homicidios dolosos y desaparecidos en nuestro país, en ningún momento deben ser soslayados.