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En 2012, el PRI, con Enrique Peña Nieto, llegó a la presidencia de México, por fin regresaban los que sí sabían gobernar, los que iban a ‘Mover a México’. Como presidente, Peña Nieto ha manejado un estilo de gobernar de imagen pulcra, cuidadoso de las formas, de tono retórico, pero que no conecta con la … Leer más

23 de agosto 2016

En 2012, el PRI, con Enrique Peña Nieto, llegó a la presidencia de México, por fin regresaban los que sí sabían gobernar, los que iban a ‘Mover a México’. Como presidente, Peña Nieto ha manejado un estilo de gobernar de imagen pulcra, cuidadoso de las formas, de tono retórico, pero que no conecta con la población por su incapacidad de salirse del ‘libreto’.

A casi cuatro años (2012-2016), y a diez días de presentar su Informe ante el Congreso, quiero hacer un breve repaso del gobierno ‘peñanietista’. Al inicio hubo un Gobierno negociador de grandes reformas estructurales, consiguió sentar a la oposición en un fructífero diálogo para negociar y, en una suerte de prestidigitador, movió las cartas de acuerdo a su proyecto reformador. Unas con el PAN, otras con el PRD y otras en consenso.

Con la alforja llena, y satisfecho con lo “nunca antes logrado”, inició el segundo año de Gobierno en una especie de gira “artística” por el país y por el extranjero, en la que aseguró los aplausos y las portadas de revistas internacionales que resaltaron el ‘Mexicanmoment’. Éxito rotundo y seguro de la claridad de rumbo con la que guiaba a México, entró de lleno a la espiral de la soberbia y olvidó que faltaba aterrizar las reformas estructurales cuyos resultados, aun a la fecha, han sido cuestionados porque, al contrario de lo prometido, subieron la luz, el gas y los combustibles.

Por otro lado, hay un Gobierno paralizado, que comete increíbles errores y desaciertos a la hora de reaccionar y dar respuestas en temas críticos, como en inseguridad y violencia-Tlatlaya, Ayotzinapa, Apatzingan, Tanhuato-; ante la corrupción-licitaciones dirigidas, gastos excesivos en las giras presidenciales-; renuentes a la trasparencia, se aprueba un Sistema de Anticorrupción insuficiente para exigir la rendición de cuentas sobre el dinero público; los conflictos de intereses de Peña Nieto y su gabinete; crisis económica que golpea al sector empresarial; los movimientos magisteriales incontrolables por la autoridad, paralizan a varias entidades, afectando la productividad y la economía con pérdida millonaria en el sector comercio; entre otros temas.

Peña Nieto y su Gobierno apuestan al silencio y al olvido. Su excesiva exposición en medios, todos los días y a todas horas, más que fortalecerlo, lo ha vulnerado ante la opinión de una sociedad crispada. Es un Gobierno que no mira al México lastimado por la inseguridad, la corrupción, la impunidad, que se refleja en la poca credibilidad de la ciudadanía y la baja aceptación de la figura presidencial (niveles abajo de 20%). Mal momento con resultados insuficientes.

Convencido y tratando de convencernos, el presidente, quiere y reclama el aplauso; se queja de la incapacidad ciudadana para apreciar las buenas noticias y los avances. ¿Qué esperamos de su cuarto informe? ¿Volverá a repetirse la parafernalia y versallesca tradición del ‘besamanos’, de septiembre de 2015?

En esta coyuntura, los mexicanos esperamos un discurso diferente, con autocrítica, aterrizado en la realidad actual, muy difícil, como hacía muchos años no vivíamos los mexicanos, en medio de un entorno económico complejo; en donde permean la corrupción, la debilidad institucional, el desempleo, la pobreza, la falta de inversión y el despilfarro en el gasto público.

Señor presidente, 2016 ha sido un año muy difícil para todos los mexicanos, para los de menores ingresos y, también, para la clase media cada vez más disminuida. Pendientes hay muchos, las cifras no mienten: la pobreza aumentó en 2 millones de personas, precariedad en el empleo, depreciación del peso, mayor endeudamiento, baja de la productividad, crecimiento del PIB abajo de lo pronosticado, inseguridad, corrupción, impunidad, desigualdad y un largo etcétera.

México sigue siendo un país maravilloso, pero su Gobierno ha despilfarrado sus riquezas y posibilidades por esperar el aplauso “que no se merece”.

Por: Patricia Espinosa Torres

 

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