Casi todos los días, al regresar a mi casa luego de la jornada de trabajo, camino por la antigua calle Real hasta llegar a la calle donde se ubica mi domicilio; uno de los lugares donde paso, ahora es por el atrio del templo de Santo Domingo, un espacio muy amplio y muy conservado, más aunado que limitado; aunque no de manera como fue durante muchos años, ya que desafortunadamente los atrios de la ciudad de San Juan del Río han sufrido muchísimas modificaciones debido a ideas de los gobernantes en turno o de los sacerdotes que no han sabido cuidar muchos de los aspectos que identifican a un templo, a veces con el afán de “modernizar” o a veces por “necesidades pastorales”, como alguna ocasión me contestó un sacerdote cuyo nombre omito por respeto a su ministerio.
Hablar del término ‘atrio’ es muy difícil actualmente, sobre todo en una sociedad que ha perdido identidad o que desconoce varios elementos que identificaban lugares, formas o ritos que por siglos se realizaron. El atrio corresponde al patio de entrada de las casas romanas y en las iglesias, es un patio que sirve de acceso al lugar sagrado; es decir: es parte de la estructura de un edificio religioso que tiene como finalidad preparar al feligrés antes de entrar al recinto santo o sagrado.
En muchas iglesias de nuestra nación, los atrios consistieron en verdaderos espacios de la evangelización en los primeros años del virreinato, sobre todo porque eran los espacios donde los frailes instruían la doctrina cristiana; incluso en los atrios se desarrollaron las llamadas ‘capillas abiertas’, que eran los espacios en donde se celebraban los sacramentos, principalmente la Misa, ya que los indígenas no estaban acostumbrados a realizar sus ritos en lugares cerrados, de ahí que los atrios fueran un espacio al aire libre donde los indígenas vinculaban la naturaleza con el culto a Dios.
Así las cosas, en nuestro San Juan del Río, encontrar una iglesia con su atrio, es algo muy interesante; sobre todo porque actualmente solamente tres templos del Centro Histórico lo conservan: dos de ellos de manera original y uno modificado.
Los templos que conservan esta característica son: el templo del Señor del Sacromonte y el templo de la Santa Veracruz o del Calvario; uno lo conserva modificado, que es el templo de Santo Domingo.
En el caso del templo del Señor del Sacromonte, que es el último construido en el centro de la ciudad, conserva un hermoso enrejado, digno de guardarse, con dos bellas entradas enmarcadas en hermosos medios arcos y con terminaciones triangulares; todo el enrejado se enmarca en una hermosa base de cantera morena sanjuanense. Este templo ha conservado su atrio de manera íntegra desde su construcción hasta la actualidad.
Otro de los templos que conserva su atrio es el del Calvario, cuyo nombre correcto es de la Santa Veracruz (de la verdadera Cruz); este atrio, en realidad, hay bardas que circundan el templo y que permiten su ingreso a través de una entrada de medio arco en una puerta, ya de características recientes.
El último de los templos que conserva su atrio es el ya mencionado templo de Santo Domingo, que propiamente no es un atrio, sino lo que queda del mismo, ya que era un patio conventual, con bardas altas y dos entradas con hermosas puertas de madera y que terminaba con una balaustrada. Hoy, esa balaustrada es la limitación de lo que fue el atrio original, ya que, a finales de los años 60 del siglo pasado, se modificó por completo.
Muchos de nuestros padres, añoran todavía el gran y hermoso atrio del conjunto parroquial de San Juan Bautista, destruido en el año de 1971, cuando fuera presidente municipal el Lic. Enrique Burgos García. Es una moda que llegó al estado de Querétaro, en donde (no solamente aquí en San Juan del Río, sino en Amealco, en Tequisquiapan, en la ciudad de Querétaro y en otros lugares) se destruyeron los atrios de los templos, según para darles mayor posibilidad de que fueran admirados. Hoy, solo las fotografías ilustran lo majestuoso que eran esos espacios que, por ideologías mal entendidas, fueron perdidos aun cuando estaban llenos de historia.