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Daba aquí cuenta la semana pasada de interesantes revelaciones de la historiadora de medios Celeste González de Bustamante sobre los primeros pasos de la televisión mexicana. Por ejemplo, que la primera concesión no le fue otorgada a Emilio Azcárraga Vidaurreta, fundador de XEW Radio, sino al empresario Rómulo O’Farrill, cuyo principal mérito consistía en ser … Leer más

29 de agosto 2016

Daba aquí cuenta la semana pasada de interesantes revelaciones de la historiadora de medios Celeste González de Bustamante sobre los primeros pasos de la televisión mexicana. Por ejemplo, que la primera concesión no le fue otorgada a Emilio Azcárraga Vidaurreta, fundador de XEW Radio, sino al empresario Rómulo O’Farrill, cuyo principal mérito consistía en ser amigo de Miguel Alemán Valdés, el entonces presidente.

Corría la década de los cincuenta y pocos podían darse el lujo de comprarse un aparato televisivo, por los exorbitantes precios. Ni tardos ni perezosos, los pocos afortunados presumían su adquisición.

“Para los dueños de las televisiones – apunta González de Bustamante –, el aparato fungía como un símbolo de estatus social, y solían colocar su nuevo producto en lugares visibles de la casa, para así asegurar que sus amigos vieran su nueva adquisición”.

Sin embargo, el naciente medio pronto empezó a tener detractores. Grupos como la Liga de la Decencia y algunas asociaciones de padres de familia ejercieron presión sobre el gobierno de Adolfo Ruiz Cortines para que prohibiera la lucha libre, y los besos, en las pantallas chicas. Como resultado, el presidente ordenó en 1954 que dejaran de transmitirse las funciones de lucha libre, aduciendo que se trataba de un “deporte bárbaro” que iba en contra las buenas costumbres. Un año después (1955), surgiría Telesistema Mexicano, producto de la fusión de los canales, 2, 4 y 5.

Con el tiempo, los televisores empezaron a venderse en abonos y su explosiva irrupción en el mercado transformó irremisiblemente la rutina de los mexicanos. Luis Becerra Celis (citado por González de Bustamante) escribió en 1960:

“Un televisor se ha vuelto un artículo de primera necesidad en México. La urgencia de cada hogar mexicano por adquirir uno es tan grande que varias familias pobres, viviendo en casas que no distan mucho de ser chozas, se enorgullecen del televisor que pagan dolorosamente en un plan de pagos, peso por peso”.

En 1961, el antropólogo Oscar Lewis publicó Antropología de la pobreza, libro en el que documentó la vida cotidiana de cinco familias de la ciudad de México. En dicha obra, Lewis reproduce el testimonio de Rosa Gómez, una asidua televidente:

“Desde que llegó la televisión, la gente se queda despierta hasta más tarde. Antes los niños y las jovencitas no tenían permitido salir de noche, y muchas familias se acostaban a las 10. Ahora la gente ya no escucha tanto el radio o va tan seguido al cine; los niños pasan más tiempo adentro…[y] las niñas se visten más a la moda y se compran más cosas, como resultado de la publicidad en televisión.”

En 1963 se realizó la primera transmisión vía satélite, que representó un hito histórico. Los televidentes pudieron observar en dicha oportunidad el lanzamiento del astronauta Gordon Cooper, desde cabo Cañaveral, al espacio. Meses después, el centro espacial sería rebautizado como cabo Kennedy, en homenaje al trágicamente asesinado presidente.

De especial predilección entre los televidentes eran las corridas de toros, quienes domingo a domingo podían admirar a figuras como Joselito Huerta, Carlos Arruza y Lorenzo Garza, el “ave de las tempestades”.

De hecho, mis primeros recuerdos de la televisión tienen que ver con los toros. Recuerdo que me sentaba junto a don Pablo González, mi abuelo, a presenciar el espectáculo taurino en la comodidad de la sala de su casa, habitación en la que un enorme televisor de bulbos ocupaba el lugar preferente. Yo, a diferencia de mi abuelo, poco o nada sabía sobre la fiesta brava, por lo que me resultaba más estimulante experimentar el incesante parpadeo en blanco y negro frente a mis ojos.

Un hecho histórico tuvo lugar cuando Telesistema Mexicano transmitió en vivo y a todo color los Juegos Olímpicos de México 68, para el mundo entero. En ese mismo año, surgió Televisión Independiente de México, corporación que operaba XHTMTV, canal 8. En 1971, Roberto Gómez Bolaños haría debutar en esa casa productora “El Chavo del 8” (pocos saben que el ocho es una alusión al canal). Asimismo, el gobierno mexicano creó Imevisión creó en ese año, organismo encargado de transmitir los canales 7, 13 y 22.

En 1973 se fusionan Telesistema Mexicano y Televisión Independiente de México para formar TELEVISA (abreviación de “televisión vía satélite”), que hasta la fecha se encarga de la transmisión de los canales 2, 4, 5 y 8. Finalmente, en 1993 el gobierno decide privatizar Imevisión, que es adquirida por el empresario Ricardo Salinas Pliego y quien la rebautiza como TV Azteca. Lo demás es historia ya de todos conocida.

Referencias bibliográficas: González de Bustamante, C. (2015). “Muy buenas noches”: México, la televisión y la guerra fría. México: Fondo de Cultura Económica.

(*) Doctor en Comunicación por la Universidad de Ohio y Máster en Periodismo por la Universidad de Iowa

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