La tarde del 2 de octubre de 1968 sucedió un hecho que representa en la historia contemporánea de la nación un hecho estratégico que marcó un ante y un después en la vida nacional: el Ejército mexicano abrió fuego en la Plaza de las Tres Culturas en contra de los manifestantes del movimiento del 68, dando muerte a cientos de estudiantes, a curiosos y a residentes del conjunto de edificios residenciales denominado Tlatelolco.
Desde aquella tarde triste para la Patria, año con año los padres de aquellos jóvenes y los líderes que aún viven, le recuerdan a la población la deuda que se creo en aquel día. Quizás uno de los mejores libros que describen aquellos hechos es La Plaza del inolvidable escritor mexicano Luis Spota. Lectura que recomiendo para quien no tenga información sobre este importante hecho de la vida de nuestra nación.
La causa que origina y encabeza el Movimiento del 68 fue la destitución del cuerpo de granaderos de la policía de la entonces Regencia de la Ciudad de México. Lo anterior, derivado de una intervención que tuvo lugar al finalizar un partido de futbol americano cuando se desató una camorra entre una preparatoria de la UNAM y una vocacional del IPN. Con la intención de separar a los jóvenes que estaban peleando en la calle el cuerpo de granaderos en lugar de parar el pleito y separarlos los agredió. Fue tal la brutalidad con la que se intervino que los jóvenes terminaron uniéndose, olvidando el motivo de su pleito, para defenderse de los policías. Las reclamaciones de los padres de familia no se hicieron esperar, sin que hubiese una respuesta por parte del entonces titular la Regencia de la Ciudad de México, Alfonso Corona del Rosal.
Se suscitaron una serie de hechos que tuvieron un factor común: la represión y la total ausencia de diálogo por parte de las autoridades. Esta no intervención que el gobierno decidió hacer lo que provocó conforme pasaron aquellos tres mesesprevios a las Olimpiadas del 68, fue el pliego petitoriose ampliara y se reclamaran asuntos que ya tenían que ver con el desempeño del gobierno. Las respuestas del gobierno fueron desde un bazucazo a la preparatoria UNO de San Idelfonso, la disuasión policial y con el ejército a las manifestaciones estudiantiles, hasta el haber dado la orden al Ejército de tomar las instalaciones de la UNAM apresando a todos los estudiantes que se encontraban en su interior y por su supuesto perpetrar el cobarde ataque a estudiantes desarmadas en aquella tarde del 2 de octubre.
Es importante subrayar que quienes encabezaron este movimiento no fueron fuerzas ‘comunistoides’ infiltradas, ni tampoco estudiantes revolucionarios, ni maestros anarquistas de las instituciones superiores implicadas, fueron nada mas ni nada menos que los dos directivos de las dos máximas instituciones de educación superior de México, Javier Barros Sierra, rector de la UNAM y Guillermo Massieu Helguera, director del IPN. Uno de los muchos testimonios de lo anterior, fue aquella manifestación en que ambos tomados del brazo encabezaron una de las manifestaciones por la calle de Félix Cuevas de la Ciudad de México.
El entonces Presidente de la República, el Sr. Gustavo Díaz Ordaz del PRI, nunca, nunca, subrayado, nunca quiso dialogar con los líderes de aquel movimiento. En su cuarto informe de gobierno en septiembre de 1968 dijo:
“…hemos sido tolerantes hasta excesos criticados, pero todo tiene un límite y no podemos permitir ya, que se siga quebrantando irremisiblemente el orden jurídico como a los ojos de todo mundo ha venido sucediendo”.
En esas palabras tiene un límite anunciaba la única respuesta que sus capacidades le permitieron: la represión violenta. La historia posterior ha señalado como responsable operativo de aquella cobarde orden al Sr. Luis Echeverría Álvarez, entonces Secretario de Gobernación, quien en compensación fue designado sucesor en la Presidencia de la República por Díaz Ordaz, en el ejercicio del dedazo de la simulada democracia que prevaleció hasta el año 2000.
La historia ha sido cruel. Las consecuencias que tuvo el 68 con las generaciones posteriores han sido devastadoras en cuanto a la pérdida de capacidad de compra y de acceso al progreso. La nefasta aparición en la historia moderna de México de éste individuo y de su tribu significó la imposición de un sistema de gobierno basado en la represión y la intolerancia, y lo peor, empinaron a nuestra nación hacia un desfiladero del que aún no salimos.
Al margen de haber instituido la impunidad y consolidar la corrupción sistémica en las instituciones nacionales, la incompetencia de Echeverría de gobernar reprimiendo la demanda interna quedó reflejada en tres indicadores clave: una devaluación del peso frente al dólar que fue de 12.5 a 20.5 de los viejos pesos, que coincide curiosamente con el actual régimen, un incremento en la deuda externa que recibió de 4 mil millones de dólares a 20 mil millones de dólares yel haber iniciado la petrolización de la economía nacional. Este perverso esquema de gobierno se continuó en los siguientes cuatro sexenios llevando la paridad a cifras superiores a los 9 mil pesos viejos, la deuda a niveles mayores a los 160 mil millones de dólares y a una dependencia peligrosa de una institución como Pemex que competitivamente no tiene valores agregados en lo que vende.
Han transcurrido 48 años y la deuda con aquellos jóvenes sigue sin ser atendida: tener buenas corporaciones policiales. No solamente no se atendió, sino que aquel cuerpo de granaderos aún existe y aquella incompetencia denunciada por los jóvenes del 68 era tan real y existía, que en el 2006, al entonces presidente Calderón no le quedó de otra que hacer intervenir militarmente a las Fuerzas Armadas en la guerra en contra de la delincuencia organizada.
Nos unimos a la leyenda 2 de octubre no se olvida por lo que fue y por sus consecuencias.