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El poeta argentino, Fabián Casas, decía que el inicio de la literatura universal no fue con Kafka, Cervantes o Nabokov: el mejor comienzo de la literatura universal fue con la final Alemania-Holanda del Mundial de 1974. En aquel juego, los holandeses perdieron contra toda lógica, había sido el mejor equipo del torneo, pero el futbol, … Leer más

11 de octubre 2016

El poeta argentino, Fabián Casas, decía que el inicio de la literatura universal no fue con Kafka, Cervantes o Nabokov: el mejor comienzo de la literatura universal fue con la final Alemania-Holanda del Mundial de 1974. En aquel juego, los holandeses perdieron contra toda lógica, había sido el mejor equipo del torneo, pero el futbol, al igual que la literatura, otorga desdoblamientos dramáticos. Siempre será recordado Héctor como el gran guerrero de Troya, pero que no pudo vencer a Aquiles, así como Cruyff, quien fue el artífice que revolucionó el futbol, pero no ganó la copa del mundo.

En su época de jugador, Johan Cruyff lideró la Naranja Mecánica y como director técnico implementó un novedoso esquema futbolístico que sorprendió al mundo cuando lo usó por primera vez ante el Villarreal: su famoso 3-4-3. El principal ejecutor de sus ideas en el campo fue Josep Guardiola. Cruyff le repetía al catalán constantemente: “si tocas el balón una vez, juegas muy bien; si tocas dos, bien; si tocas tres, mal”. Cruyff solo comprendía el futbol si este era ofensivo. La función de Guardiola era diseñar el ataque desde la defensa. Si bien el 4 del Barcelona no era central, actuaba como un pivote que proyectaba la ofensiva blaugrana. No es casualidad que en su autobiografía publicada la semana pasada -lectura obligada para cualquier futbolero- el holandés promoviera en su 11 ideal histórico a Pep por encima de figuras como Messi o Cristiano.

Cuando a Cruyff se le cuestionaba por el mejor futbolista de la actualidad sentenciaba: “El mejor jugador no existe, hay 11 posiciones diferentes”; sin embargo, siempre destacó la función de Xavi Hernández, por su manejo de los tiempos al momento de jugar. Para Cruyff, la calidad básica consistía en la distribución de la pelota. “Cansar al contrario y meter el ritmo”, decía el holandés cuando presentó el proyecto a largo plazo que intentó desarrollar en México con las Chivas del Guadalajara; sin embargo, lo único que pudo cambiar fue el césped del Omnilife por pasto natural.

Su filosofía ofreció una frescura en favor del juego como práctica que se vuelve arte; Johan Cruyff fue un duro crítico de los sistemas educativos tradicionales en Europa, ya que, según explicaba el holandés, los jóvenes llevan una enseñanza que omite el desarrollo de las artes con un modelo orientado para pensadores industriales, por esa causa el futbol solo es democrático durante la infancia: la naturaleza del juego se crea en la calle, en el barrio, no en las industrias. “Hay que enseñar a los niños a pensar más con el hemisferio izquierdo” decía el neerlandés.

El juego de Cruyff en la Holanda del 74 y en el Barcelona de principios de los años noventa se valió de la tenencia del balón, con una serie de pases sin posición estable y con el furor del gol. Si la afirmación de Samuel Becket acerca de que todos nacemos locos es cierta, la locura fue el desvío que colocó a Cruyff en la historia. El holandés solía poner de ejemplo a Picasso como un entendimiento de la brillantez. “La gente le decía loco, pero los locos solo viven en el tiempo”. En el mundo del orden, impuso el desorden. “Ningún jugador debe tener posición fija”, solía decirle a sus dirigidos. Esto no significaba un revoloteó sin sentido dentro de la cancha: “cada jugador debe cumplir una función de acuerdo con la posición del campo en la que se encuentre. Si un atacante cae en su defensa, será zaguero y viceversa”.

Cruyff fue autor de frases memorables. En su determinación por el juego perfecto, aguardaba cada detalle para evitar el más mínimo error. “Estoy en contra de todo hasta que tomo una decisión, entonces estoy a favor. Me suena lógico”. El escritor mexicano Juan Villoro escribió que Cruyff entendió a la perfección la condición psicológica de la velocidad cuando afirmó que, “si empiezas a correr antes, pareces más rápido”. El holandés exigía a sus futbolistas ser oportunos, ‘tiempistas’, “ni muy tarde, ni muy pronto”.

Erasmo de Rotterdam decía que la filosofía es una meditación de la muerte. En sus épocas como jugador, Johan Cruyff solía fumarse un cigarrillo en el entretiempo y su pensamiento figuraba alrededor de su pulsión de muerte. “Yo no sé si estaré vivo mañana”, repetía continuamente el crack. “Esta es mi filosofía”. Según Martín Caparrós, Cruyff vivió dos revoluciones antes de su muerte, la del Ayax y el Barcelona. Una tercera guerra fue lo único que lo venció: cáncer pulmonar. La autobiografía presentada en Ámsterdam queda como testimonio de un futbol que se puede pensar. Cruyff pensaba con el hemisferio izquierdo.

Por Juan José Rojas

 

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