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Durante la madrugada del 9 de marzo de 1916, Francisco Villa invadió Columbus, Nuevo México. Desde entonces, se habla de un acomplejamiento del gringo sureño, quizá eso se ve reflejado en un terrible número estadístico: según datos de la cadena internacional CNN, dos mexicanos mueren al día por intentar cruzar la frontera y uno es … Leer más

15 de noviembre 2016

Durante la madrugada del 9 de marzo de 1916, Francisco Villa invadió Columbus, Nuevo México. Desde entonces, se habla de un acomplejamiento del gringo sureño, quizá eso se ve reflejado en un terrible número estadístico: según datos de la cadena internacional CNN, dos mexicanos mueren al día por intentar cruzar la frontera y uno es asesinado por habitantes de zonas desérticas en la frontera de Arizona entre México y Estados Unidos. Sin embargo, por lo menos en Texas, la excontralora, Carole Keeton Strayhor, dijo que los “inmigrantes indocumentados en el estado de Texas agregan 177000 millones de dólares al producto bruto del estado. El trabajo del mexicano, del latinoamericano ilegal en EE. UU., es un pilar fundamental en la economía estadounidense.

Lo mismo se refleja en el balompié, pero esta vez en favor de la Federación Mexicana de Futbol. Según el presidente del Instituto Johan Cruyff en México, Jacques Passy, “la actual selección es el producto más exitoso en la historia del futbol mexicano. Es un producto que no necesita cambios, que económicamente se está manejando de maravilla” Con base en cifras de la revista Forbes, solo en partidos que los seleccionados mexicanos juegan en territorio norteamericano, en cada ciclo mundialista se generan 250 millones de dólares.

Sin reparar en el jugoso negocio que deja el seleccionado Azteca, el juego del pasado viernes contenía un ingrediente simbólico muy significativo. El electo presidente republicano, Donald Trump, que durante toda su candidatura soltó amenazas y muestras de racismo contra los mexicanos; ganó las elecciones en Estados Unidos. El modelo conservador de los gringos emanó su carácter en la mirada de Trump. Para los futbolistas aztecas, dirigidos por un colombiano, el partido contenía una carga de emotividad única. El catedrático de la Universidad Autónoma de Querétaro, Rafael Vázquez, previo al partido recordó la hazaña de Jesse Owens en épocas del nacismo, quien ganara 4 medallas de oro en los Juegos Olímpicos de 1936 frente a Hitler. Nada mejor que los mexicanos obtuvieran una victoria en territorio yankee.

El escritor mexicano, Juan Villoro, afirma que los votantes de Donald Trump no necesitaban identificarse con el candidato republicano, sino con su furia. Así es como en las transmisiones del partido se observó a aficionados estadounidenses mostrar señas obscenas al futbolista del Porto, Miguel Layún, o cánticos racistas y burlas en contra de los jugadores mexicanos. Es el otro Columbus, el de Ohio, el del gélido invierno, donde la selección norteamericana se hace fuerte, donde no hay mexicanos y si los hay, apoyan al equipo de las Barras y las Estrellas, donde Trump arrasó con los votos.

En el mundial de Corea Japón 2002, en el juego de octavos de final entre Estados Unidos y México, el Tricolor sufrió su más dolorosa eliminación en mundiales. Con goles de Landon Donovan y Brian McBride, México perdió por 2-0. En aquel juego, ya con la victoria amarrada, Cobi Jones hizo una burla donde simuló saltar las vallas de publicidad evocando a un migrante. El capitán de la selección mexicana, Rafa Márquez, le advirtió no mofarse de un tema tan delicado como ese, sólo para tomar revancha a la siguiente jugada con una violenta patada que terminó en expulsión.

El escritor mexicano, Daniel Muñoz Vega, en su libro ‘La geometría de la euforia’, explica que el exfutbolista del Mónaco y Barcelona condensó toda la frustración de la nación con una durísima entrada sobre Jones. Pese a esto, la jerarquía de Rafa Márquez nunca estuvo en predicamento. En palabras de Messi, el líbero mexicano “fue de los primeros futbolistas que lo bancaron durante su crecimiento en Barcelona”. Cuando Puyol o Xavi no se encontraban en la cancha, Márquez usaba el gafete de capitán blaugrana. Ganó dos Champions League y cuatro ligas españolas. Sin embargo, con la selección tricolor fueron más frustraciones que éxitos. Cuatro eliminaciones consecutivas en octavos de final en Copas del Mundo, además de ser aficionado desde el banquillo en la humillante goleada de 7-0 que Chile le propinó a México en los cuartos de final de la pasada Copa América.

Con la playera del Tri, Márquez envalentonaba un orgullo patriótico, levantó un complicado partido contra Uruguay en la Copa América, puso en predicamento a la Selección Argentina en los octavos de final del mundial de Alemania (que solo un zurdazo de Maxi Rodríguez pudo romper) y con un soberbio gol eliminó a la Croacia de Modric, Mandzukic y Rakitic del Mundial de Brasil. En correspondencia con Juan Villoro, Martín Caparrós habló de Márquez como ‘el infinito’.

Desde la patada de Cobi Jones, Rafael Márquez tenía una cuenta pendiente en su carrera: vencer con un gol suyo al odiado rival. El México contra Estados Unidos quizá no ofrezca una calidad futbolística similar a otros clásicos mundiales como el Brasil vs. Argentina, España vs. Italia o Alemania vs. Inglaterra, pero ofrece una pasión y poder simbólico muy parecido al Serbia vs. Croacia. La rivalidad es considerable, el opresor contra el oprimido. El futbol ofrece esas revanchas, como en México 86, Argentina venció a Inglaterra en un juego cargado de emotividad luego de la guerra de Malvinas. Márquez soltó ese sutil cabezazo, su típico movimiento a primer poste para colocar el balón a segundo, la estrategia táctica que trabajó con Frank Rijkaard hasta el cansancio en el Barcelona.

La semana en que México de cualquier manera perdería con las elecciones norteamericanas, fue a ganar un encuentro de futbol en un ambiente hostil, en una ciudad que representa lo más radical de la ideología yankee. El 8 de noviembre, el temor y la incertidumbre tras la victoria de Trump derivó en un fallo del sistema de la página de inmigración canadiense, huir a como dé lugar de un maniaco racista, pero como bocanada de satisfacción, casi doce millones de mexicanos indocumentados, con su futuro en predicamento, festejaron el gol de Márquez que a su vez dedicó el encuentro a su pueblo, a esos 34 millones de mexicanos y 55 millones de latinoamericanos que sostienen la economía más poderosa del mundo. Los ‘Clásicos’ se ganan… y se ganan para la gente.

Por Juan José Rojas

 

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