Cuatro tipos de relación amorosa: de apego, altruista, de acompañamiento y romántica. Veremos hoy en qué consisten las primeras dos modalidades.
Raúl González Pinto
¿En qué consiste el amor y cuál sería la mejor manera de definir una relación de pareja? Con esta pregunta en mente, en la primera parte de esta serie me di la tarea de encontrar una respuesta a dicha interrogante. Continúo ahora con mi pesquisa, basado en el libro ‘Psychology of Love 101’ de Karin Sternberg.
La autora, una psicóloga alemana, identifica cuatro tipos de relación amorosa: de apego, altruista, de acompañamiento y romántica. Veremos hoy en qué consisten las primeras dos modalidades.
RELACIÓN AMOROSA DE APEGO. Para muchos, una de las principales cualidades del ser amado es hacernos sentir protegidos y seguros. Para estas personas, una posible pareja resultará más atractiva si se percibe en él o ella una experiencia o fortaleza mayor a la propia.
Al igual que un bebé, quien desarrolla un apego hacia su madre por la sencilla razón de que ésta lo ayudará a sobrevivir, en ocasiones los adultos procuramos una relación romántica en la que la pareja se muestre muy interesada en ayudarnos a atender nuestras necesidades psicológicas.
En un estudio citado por Sternberg, más de la mitad de las personas encuestadas se sintieron sumamente identificadas con la afirmación siguiente: “Me gusta sentirme cercano a otros y me resulta fácil establecer dicha cercanía. No temo a la posibilidad de que alguien se muestre cercano a mí. Soy capaz de depender de otros al igual que otros pueden contar con la seguridad de depender de mí”.
De igual manera, en una relación de apego se busca la proximidad física y emocional con el ser amado, en el entendido de que éste contribuirá a hacernos sentirnos más seguros. Hay, por supuesto, personas que seguramente huirían de este tipo de relación, pues se sentirían agobiados, sobre todo si tienen en una alta valía su libertad.
Ejemplifico esta modalidad de relación amorosa con el poema “No estés lejos de mí un solo día”, de Pablo Neruda: “No estés lejos de mí un sólo día, porque cómo, / porque, no sé decírtelo, es largo el día, / y te estaré esperando como en las estaciones / cuando en alguna parte se durmieron los trenes. / No te vayas por una hora porque entonces / en esa hora se juntan las gotas del desvelo / y tal vez todo el humo que anda buscando casa / venga a matar aún mi corazón perdido.”
RELACIÓN AMOROSA ALTRUISTA. El segundo tipo de relación identificado por la doctora Sternberg es aquél en el que uno busca, ante todo, el bienestar del ser amado, quien de manera recíproca procura lo mismo.
Por ejemplo, digamos que un marido empieza a recordar unas vacaciones que él y su cónyuge tomaron hace tiempo en Puerto Vallarta. Intenta acordarse de cómo se llamaba aquel restaurante en el que degustaron un apetitoso huachinango a la veracruzana. Le pregunta a su esposa, quien le responde: “¿No era el Bistro Teresa?”. A lo que él comenta: “No, allí es donde pedimos el robalo alcaparrado”. A partir de esta conversación, hablan de lo felices que se sintieron en dichas vacaciones, reforzando así el tipo de intimidad que ambos tanto disfrutan.
Este tipo de relación se asemeja a lo que los griegos llamaban “ágape”. So bien en la actualidad asociamos el término con un banquete, originalmente se refería al amor que se da sin esperar algo a cambio, ya que la palabra ágape significa “amar con amistad”. En latín se ha traducido como “caritas” y en español como “caridad”.
Ágape es un amor tierno, sensible, compasivo; es la entrega amorosa. Pensemos en los tiernos cuidados con los que consentimos al ser amado cuando él o ella padece de una fuerte gripe y se ve imposibilitado de ir al trabajo. Así pues, el amor altruista se nutre de las acciones destinadas a aliviar la aflicción o el sufrimiento del otro.
El psicólogo Walter Riso refiere así la entrega desinteresada del ágape: “Transitar los caminos de ágape es negarse a ser el amo o el verdugo de quien se ama. No hay amor si hay abuso del poder. Sin ágape, ninguna relación funciona, porque la insensibilidad, tarde que temprano, genera desamor.
Lo que se siente ante la indiferencia no es la ira del despecho, ni la angustia de la infidelidad, sino pura desilusión, porque cuando nos damos cuenta que no hay ágape en la relación todo se derrumba. No olvides que ágape es ternura.”
Para Riso es fundamental que el ser amado en quien depositamos el ágape no tome ventaja de nuestro altruismo, ya que “darse sin restricciones a alguien que haga mal uso de nuestro amor no es altruismo, sino insensatez”.
En otras palabras, una cosa es ser altruista y otra muy diferente ser ingenuo.
En la tercera parte de esta entrega me referiré a las dos otras modalidades de relación identificadas por la doctora Sternberg: la romántica y la de acompañamiento.
(*) Doctor en Comunicación por la Universidad de Ohio y Máster en Periodismo por la Universidad de Iowa