Monseñor Martínez fue un eminente políglota, ya que dominaba con soltura y escribía el griego, el latín, el hebreo, el alemán, el francés, el italiano y, desde luego, el español. Con sus grandes cualidades comenzó a proyectarse en la sociedad queretana con tanto acierto que se ganó el respeto y el cariño de cuantos le trataban, independientemente del estrato socioeconómico del que provinieran, pues veía como iguales a todos los seres que se acercaban a él.