En esa Declaración se explica que, en el fondo, las dos confesiones tienen la misma visión sobre la Justificación, pues ambas aceptan que, “solo por gracia mediante la fe en Cristo y su obra salvífica, y no por algún mérito nuestro, somos aceptados por Dios y recibimos el Espíritu Santo que renueva nuestros corazones, capacitándonos y llamándonos a buenas obras”.