Pedro L. Jáuregui Ávila
Periodista y colaborador del diario ‘La Opinión de Cúcuta’ en Colombia, desde hace 35 años. Egresado de la Universidad Francisco de Paula Santander y del Instituto Técnico Nacional de Comercio
La posible suspensión del transporte escolar gratuito que les ofrece Colombia a los estudiantes venezolanos que se trasladan a realizar sus estudios parece ser la cereza que puede rebozar la integración entre los dos países.
En los últimos 45 días se han presentado ocho enfrentamientos, mientras que las autoridades guardan un silencio que tiene en ascuas a los ciudadanos y en zozobra a los afectados. Los conductores temen por la vida de los estudiantes, la de ellos y sus medios de transporte. El único que se mueve en el sector, porque las demás personas deben pasar el puente a pie cargados principalmente de comida, especialmente venezolanos que llegan por el puente Simón Bolívar a Cúcuta, para llevar a sus familias ante la crisis que vive el vecino país.
La pregunta del millón es quiénes, por qué se enfrentan y por qué el silencio de las autoridades de ambos países, especialmente del vecino porque la mayoría de los enfrentamientos se dan del otro lado de la línea fronteriza. A lo anterior se suma que la migración constante de venezolanos hastiados de la represión del gobierno de Nicolás Maduro tiene colapsados los servicios de salud y puso en jaque la seguridad de la zona fronteriza, porque algunos de los que llegan son antisociales que no dudan en apretar el gatillo, drogarse y expresar sus gustos sexuales a plena luz del día.
En la noche, todo es peor; los parques públicos que antes servían para practicar deporte ahora se ven colmados de venezolanos buscando alimentos porque se niegan a ir a los sitios adecuados para tal fin o para vender o consumir droga. Pero las anomalías no terminan ahí, ante el acoso que en los últimos días se han visto afectados por las autoridades, los delincuentes se han trasladado a barrios o municipios cercanos, llevando su carga de criminalidad, lo que ha dado para enfrentamientos con las bandas locales, que defienden sus territorios, y ponen en riesgo a la comunidad. Por dónde se mire es peligrosa la situación porque ahora la ciudadanía está más indefensa que nunca, porque ya ni ‘el Chapulín Colorado’ existe para ayudar.