Arturo Ochoa
@ochoarti
Coordinador de fotografía en el periódico AM de Querétaro.
Hace 32 años, la Ciudad de México no durmió. Fue devastada por el mayor sismo de su historia. La ciudad dejó de ser como se conocía, el paisaje se volvió gris. Irreconocible. La comunicación se cortó y la televisión perdió la señal de transmisión, dejando desinformada a la población que urgía de noticias.
Fotógrafos experimentados y novatos se mezclaron entre el caos, entre los rescatistas y entre las mismas víctimas. Llenos de polvo gastaron rollo tras rollo ante la catástrofe. Las rotativas no pararon esa noche, había silencio. Al día siguiente, los diarios imprimían las pruebas de la devastación. México y el mundo se enteró de la magnitud de la tragedia a través de la lente de los fotoperiodistas. Las primeras planas mostraban dolor, mostraban desesperación y mostraban lo que nadie podía creer, una ciudad que pasó de estar de pie a caer sobre sus cimientos. Fue la fotografía lo que le dio sentido completo a la necesidad apremiante de ayuda; otros estados, otros países incluso, empezaron a reaccionar. La ayuda llegó.
Esta semana, volvió la pesadilla. La gente estaba despierta, pero no preparada. Lo que pasó fue igual en sensación, pero distinto en comunicación. Las fotografías del sismo de este martes se hicieron con celulares que no necesitaban cambiar ni revelar un rollo. Los videos se transmitían en vivo y desde diversos puntos pudimos ver en tiempo real edificios desplomarse, fotos de personas huyendo, paisajes nuevamente grises. Estas imágenes se compartieron tan rápido que no hubo tiempo para dudar, los mexicanos necesitaban ayuda y nuevamente la ayuda llegó. La población se alertó tan deprisa que la reacción fue inmediata. La organización de gente valiente, dispuesta a ayudar, fue superior.
Es indiscutible el poder que tiene una imagen o un video, la facilidad con la que puede generarse hoy abre la posibilidad de tener evidencia de todo lo que nos rodea y también como quedó claro, la posibilidad de alertar, de organizar y de salvar vidas. México siempre es más que su dolor y cuando hay que ayudar a quien lo necesita, los mexicanos no dudamos ni un segundo.
En esta ocasión que el país está herido, sigamos haciéndolo bien. Incluso, hagámoslo mejor.