Luis Fernando Valdés
@FeyRazon
Sacerdote, doctor en Teología y columnista internacional, comenta noticias de actualidad desde la razón creyente.
Ante la gran tragedia del sismo en México viene la gran pregunta: si dios cuida o no a la gente. Para los creyentes, la cercanía de dios fue perceptible mediante diversos signos de los que fui testigo.
1. Una misma fecha, diferentes efectos. Me tocó vivir el impresionante sismo del pasado 19 de septiembre, aniversario de aquel otro terremoto de 1985. Pero ahora la situación fue diferente, pues estábamos mejor preparados para una emergencia de esta magnitud.
Los simulacros realizados cada año y la señalización de rutas de emergencia realmente ayudaron a mitigar el caos generado por el movimiento de suelos y edificios. Además, las normativas de construcción que se implementaron desde 1985 también jugaron un papel importante.
Aunque las cifras de fallecidos y de edificios colapsados en este sismo son altas, son muy pequeñas respecto al anterior.
2. Una solidaridad trepidante. La ayuda humanitaria llegó por toneladas a las zonas afectadas por el sismo. Yo mismo he visto a miles de personas, especialmente gente joven, que espontáneamente ha acudido a prestar ayuda en las labores de rescate y de atención a los damnificados.
También soy testigo de la enorme red de ayuda de la Iglesia católica que, mediante las parroquias y decanatos, ha facilitado víveres y albergues.
Epílogo. Los cataclismos son fenómenos que responden a leyes naturales, no a castigos divinos. En esas tragedias, dios cuida ordinariamente a los hombres mediante nuestro propio ingenio y responsabilidad, que (en este caso) nos permitieron desarrollar una cultura de prevención que evitó una tragedia más grande.
Pero dios nos atiende especialmente mediante el sentimiento de solidaridad que Jesucristo, dios hecho hombre, ha sembrado en los corazones con su ejemplo y sus enseñanzas: “trata a los demás como quieres que ellos te traten a ti” (Mateo 7,22).
Por la fe, sé que dios estuvo presente durante el sismo del pasado día 19 de septiembre, en el rostro y las manos de quienes prestaron ayuda.