El Foro Económico Mundial, en su ‘Reporte de Riesgos Globales 2017’, valora los fenómenos que representan una amenaza global, aquellos que no distingue fronteras, ni carteras, ni culturas, ni ideologías, ni idiomas, ni banderas; pueden afectar no solo a una nación, también a toda una región.
Los riesgos identificados son degradación del ambiente, ciberdependencia, cambios en la gobernanza internacional, incremento en sentimientos nacionalistas, polarizaciones sociales, cambios de poder, disparidad de ingresos y bienestar, envejecimiento de la población, enfermedades crónicas, movilidad geográfica y el incremento de la urbanización.
En términos de impacto y probabilidad de ocurrencia, el reporte coloca en los primeros lugares a eventos ambientales extremos y la migración involuntaria. Los riesgos planteados ya no son derivados de la violencia, como el terrorismo o guerras civiles, sino asuntos que la humanidad se está causando.
¿Porqué existen los eventos ambientales extremos? Si bien por ajustes de la tierra por sus siete movimientos, considerando que vivimos en su cáscara, es lógico que el hombre padezca de consecuencias como los desastres naturales recientes; sin embargo, este riesgo está relacionado con otro que influye a la mayoría de las poblaciones: el urbanismo, fenómeno que exige infraestructura, movilidad y tecnología para que las poblaciones tengan acceso a una vida digna.
¿Porqué existe la migración involuntaria? Por regímenes que concentran riquezas y producen exclusión y pobreza, que orillan a las personas a buscar en otras partes el acceso al progreso. Los desastres naturales también son un componente de este riesgo, en cualquier caso, hacen que la gente se lance tras una vida digna.
Riesgos de los que nuestra patria, la región y la ciudad en la que vivimos no están excluidos, requieren de planeación y de orden social para prevenirles y hacerles frente. Pero si esto falla, aparece uno que está detrás de lo enunciado en este reporte: los indignados. Se podrá prescindir de todo, menos de la dignidad. El reto es monumental, pero es de todos, no solo de quien gobierna.