No por tener muchas leyes, seremos mejores. La normatividad ahuyenta y frustra a la ciudadanía cuando quiere abrir un negocio, para divorciarse, para patentar una invención, en las relaciones patrón-trabajador, para pagar multas y hasta para pagar impuestos. Son trámites largos, complicados y obtusos. La sobrerregulación orilla a la informalidad y a la corrupción.