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No comparto la declaración del presidente Peña de hace unos meses: ‘En México, la corrupción es un asunto cultural’, tal y como si fuera lo mismo dar dinero a un funcionario público que celebrar el Día de Muertos. Lejos de ser un problema ‘cultural’, la impunidad y la corrupción crecen diariamente por la sobrerregulación de … Leer más

3 de noviembre 2017

No comparto la declaración del presidente Peña de hace unos meses: ‘En México, la corrupción es un asunto cultural’, tal y como si fuera lo mismo dar dinero a un funcionario público que celebrar el Día de Muertos. Lejos de ser un problema ‘cultural’, la impunidad y la corrupción crecen diariamente por la sobrerregulación de la ley.

La sobrerregulación tiene origen en los deficientes resultados que entregan nuestras autoridades en materia de educación, seguridad, combate a la pobreza, apoyo a los sectores económicos y movilidad. La autoridad argumenta que para trabajar de manera eficiente requieren más facultades en la ley. Lo anterior ha ocasionado que tengamos un exceso de reglas que además están mal hechas.

No por tener muchas leyes, seremos mejores. La normatividad ahuyenta y frustra a la ciudadanía cuando quiere abrir un negocio, para divorciarse, para patentar una invención, en las relaciones patrón-trabajador, para pagar multas y hasta para pagar impuestos. Son trámites largos, complicados y obtusos. La sobrerregulación orilla a la informalidad y a la corrupción.

En el primer caso, se prefiere estar en la ilegalidad que pasar largas horas haciendo un trámite que nadie (ni autoridad, ni ciudadanía) sabe cómo hacerlo: ‘Traiga una copia’, ‘le faltó la última declaración informativa’, ‘el ‘licenciado no se presentó hoy y no pudo firmar el documento’, ‘por procedimiento interno pagamos al siguiente día hábil’. La autoridad debe promover y auxiliar a la ciudadanía y no al contrario.

La corrupción es un asunto de dos partes, el que ofrece a cambio de algo y el que recibe. La sobrerregulación no solo afecta a la ciudadanía, sino que obliga al servidor público a trabajar en procedimientos que no tienen una finalidad específica. Ante tantos requisitos y procedimientos, ciudadanos y funcionarios públicos se ponen de acuerdo para incumplir. La sobrerregulación es un caldo de cultivo.

Por último. ‘El país desarrollado no es donde todos tienen automóvil, es aquel donde el rico usa el transporte público’, ¿Será ese el objetivo del Qrobús? El tráfico de la ciudad molesta a la gente.

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