No es ningún secreto que Donald Trump ha designado a muchos partidistas incompetentes, sin la formación adecuada, para ocupar los puestos políticos más importantes. Hace unos meses, mi colega Gail Collins les pidió a sus lectores que le ayudaran a seleccionar al peor miembro del gabinete de Trump. Fue una tarea difícil por el gran número de candidatos que cubrían el requisito a la perfección.
Por cierto, el ganador fue Wilbur Ross, el secretario de Comercio. Ahora parece una opción todavía más adecuada: se dice que su departamento preparó un informe en el que declaran que las importaciones de automóviles europeos representan una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos. No solo es una afirmación ridícula, sino también peligrosa, pues le da bases a Trump para arrancar una nueva fase de su guerra comercial que podría causarle un terrible daño económico al país y aislarnos de nuestros aliados. Ah, y, por cierto, eso sí afectaría la seguridad nacional.
Sin embargo, hasta hace poco una agencia del gobierno parecía haberse mantenido inmune a la continua invasión de ineptos: la Reserva Federal, la institución más vital para la política económica. En general, los nominados de Trump para la Reserva Federal habían sido economistas sensatos y respetados. Así que lamento decirles que eso cambió la semana pasada, cuando Trump declaró que planeaba nominar a Stephen Moore para la Junta de Gobernadores de la Reserva Federal.
A todas luces, Moore no cuenta con la preparación necesaria para ocupar ese cargo. Es triste, pero la historia detrás de esta decisión va más allá de Moore, e incluso de Trump; se explica por la tendencia del Partido Republicano a preferir charlatanes en vez de expertos, incluso los expertos de su partido.
En el caso específico de Moore, está de más decir que se ha equivocado en todo. No me refiero a que haya tomado alguna mala decisión ocasional, algo que le pasa a cualquiera. No, el hombre tiene un largo historial que incluye haber predicho que las políticas de George W. Bush producirían un auge magnífico, que las de Barack Obama ocasionarían una inflación desmedida y que los recortes fiscales en Kansas favorecerían un auge “casi inmediato” de la economía de ese estado, entre muchas otras cosas. Para colmo, por supuesto, nunca ha reconocido sus errores ni ha reflexionado acerca de los aspectos que contribuyeron a que se equivocara.
Además de lo que ya señalé, Moore tiene un problema con los hechos. Después de imprimir un artículo de opinión escrito por Moore en el que todas las cifras clave eran erróneas, un editor juró nunca volver a publicar su trabajo. En sus escritos y declaraciones, siempre hay una miríada de errores de hecho. La verdad es que son contadas las ocasiones en que Moore ha hecho referencia a un dato preciso.