Hasta ahora, votar representa el mecanismo más importante para hacer oír nuestras opiniones. Sin embargo, la infancia está legalmente impedida a hacerlo pues para votar se necesita alcanzar la ciudadanía, es decir, haber cumplido la mayoría de edad. Esto obliga a niñas y niños a esperar, a ser habitantes pasivos, sin voz y sin voto, quedando al margen de las decisiones que los adultos toman, lo cual termina impactando en su involucramiento con la ciudad.