Roberto Mendoza
Esta semana se ha desatado una controversia por la iniciativa que aún está por discutirse en pleno del senado de la República acerca de los días que podríamos disfrutar los mexicanos para vacaciones, los cuales no incluyen los “puentes” o días de descanso por festividades.
Nuestra legislación marca que tenemos derecho a seis días, ¿cómo es en otras partes del mundo? En la mayoría doce días, el mínimo de días se vive en China, cinco y el máximo en Francia con 30. Somos de los países con menos días festivos, en el mundo, la mayoría tiene 14 días, en México solo hay seis. La propuesta es que tengamos doce días desde el primer año y que se aumenten, por antigüedad al paso de los años, hasta llegar a veinte, los empresarios no lo dicen en voz alta, pero, aunque no están totalmente en desacuerdo quisieran que el aumento fuera gradual, el primer año nueve, luego un día por año hasta llegar a doce y ya luego se verá si se llega a 20.
¿Por qué sí o por qué no, merecemos estos días de vacaciones? La respuesta pudiera estar en que nuestra cultura laboral es sui géneris, el problema empieza desde nuestra preparación, los profesionales universitarios llegan a un mundo laboral tortuoso e impredecible, lo aprendido rápidamente se desecha para conocer procesos a veces únicos, la razón es que los problemas se resuelven de la manera más práctica posible para quien lo hace o hizo la primera vez y si funcionan así se quedan, muchas veces en contra de razones académicas e incluso algunas veces hasta de la lógica.
Otra razón muy especial es que el brío y el entusiasmo juvenil con el que se llega a trabajar se ve subyugado a los procesos ya establecidos, a casi nadie le gusta la disrupción, ya sea porque rompe con el proceso, implica aprender cosas nuevas o porque no se adapta al “es que aquí siempre se ha hecho así”, los trabajadores nuevos poco a poco se integran a la cultura laboral donde la productividad no se mide, las metas son difusas y los horarios dependen a veces de las circunstancias o hasta del humor. Nuestra cultura de trabajo es esclavizante, poco motivadora, monótona y predecible.
La cultura laboral está marcada por jefes o dueños de empresas, que promueven una cultura laboral poco uniforme, en muchas empresas se trabaja bajo su capricho.
El jefe inicia su labor en desayunos, reuniones y cafés que se enlazan con comidas, llega a su oficina por la tarde y comienza a ver sus pendientes ya cerca de la hora de salida, sus empleados muchas veces sólo lo están esperando porque es el único que decide sobre todos los procesos, entonces se trabaja intensamente cuando el jefe está en la oficina, pudiendo trabajar varias horas fuera de horario que no se pagarán extra, afectando la productividad y la vida personal.
Mientras tanto, los empleados, llegan a veces hasta una hora tarde, muchos a veces se dedican a cosas personales o a ver streaming, ya sea porque no tienen claro qué hay que hacer o porque terminan su trabajo y el proceso se detiene, pues requieren del visto bueno del jefe, comen en la oficina y muchas veces en 8, 12 o 14 horas no salen de un espacio confinado. La vida es la oficina, donde se celebran cumpleaños, se encuentran nuevas relaciones y hasta nuevas familias.
Estos son algunos de los vicios de la vida laboral, razones suficientes, para que los empleadores piensen que sus empleados trabajan poco y no merecen tener más vacaciones, tampoco aumentos de sueldo u otras prestaciones. Nuestra vida laboral necesita replantearse, el trabajador necesita revalorarse, integrarse a la cadena de decisión y ser más ejecutivo. El jefe o dueño, la empresa mexicana en general, requiere replantear sus procesos, metas, inversiones y objetivos con controles más estrictos, sobre todo en el sector público, de manera que logremos ser un país más productivo, humano y eficiente.