Alejandro Gutiérrez Balboa
El Ejército mexicano es institucional. Ni se va a rebelar contra su comandante supremo, ni va a dar un golpe de estado, ni va a minar las instituciones. Si alguien sabe y vive la lealtad, son las fuerzas armadas de nuestro país.
Y todo esto a pesar de las traiciones de quienes debieran agradecer esa lealtad, porque gracias a ella gobiernan y disfrutan del poder.
Patético que el secretario de Gobernación afirmara en su comparecencia en el Senado que en el crimen de los estudiantes de Ayotzinapa participaron 4 elementos del Ejército. Así, sin más. Sin esperar una sentencia condenatoria de un juez; él ya los juzgó.
Terrible que por recortes presupuestales del gobierno al que sirven, el Ejército haya sido blanco de una incursión cibernética por parte de profesionales. Y que esos recortes impacten el mantenimiento de equipo provocando accidentes evitables.
Todo un sexenio se enfocó a 3 obras que, por si fuera poco, están plagadas de sobreprecio y turbiedad operativa y presupuestal. Y además, de programas de compra de lealtades disfrazados de “sociales”.
La izquierda odia a las fuerzas armadas, las acusa de represoras y las culpa del 2 de octubre de 1968 y del 10 de junio de 1971, lo que se ha vuelto todo un mito que al repetirse año con año, se volvió para ellos dogma de fe, aunque es falso. No les perdona la parte desempeñada en la desactivación de grupos inconformes en los 70s ni los valores que encarna.
Y, de seguir esto, de darse lo que pretende un subsecretario de Educación, que México transite al comunismo (¡¡¡en pleno siglo XXI!!!), desaparecerán a las fuerzas armadas para suplirlas con milicias populares. La partitura hace siglos fue escrita y no saben improvisar. Eso ha pasado en los países donde se han hecho del poder.
Hoy las fuerzas armadas son vilipendiadas desde el gobierno al que sirven. Es el ADN de la izquierda. No es verdad que hayan surgido contra los conservadores ni en respuesta a un golpe de estado, el de Victoriano Huerta. El Ejército no nació de una firma efectuada en la salpicadera de un vehículo cualquiera. Tiene raíces centenarias y ha sido actor de los grandes acontecimientos históricos de México. La prueba está pronta a concluir, a dos años, y las fuerzas armadas mexicanas continuarán su camino ajenos a los vaivenes de demagogos mesiánicos.