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La justicia y el acceso a ella lleva años siendo un sueño mal logrado entre los mexicanos, si algo malo nos pasa o vivimos un momento de crisis no pensamos casi nunca en llamar a un policía, es nuestro último recurso

14 de mayo 2024

Roberto Mendoza

La justicia y el acceso a ella lleva años siendo un sueño mal logrado entre los mexicanos, si algo malo nos pasa o vivimos un momento de crisis no pensamos casi nunca en llamar a un policía, es nuestro último recurso, casi siempre resolvemos entre nosotros o tomamos alguna iniciativa para mediar el conflicto, si llegáramos a la violencia y es ahí donde alguien llama a la policía.

El policía es un ciudadano que viste de uniforme y tiene muy poca capacitación, media como puede entre dos o más personas, pone en riesgo su vida si tiene que disuadir, detener o de plano actuar frente a uno o más delincuentes. Si tiene una actuación exitosa, algunas veces se le reconoce con premios que en realidad son derechos, como una casa o una compensación económica y a veces lo que debería ser más importante, una medalla o un reconocimiento a su mérito de servicio.

En 2014, el presidente Enrique Peña propuso al CIDE pensar en un mecanismo de Justicia Cotidiana, para que se pudiera alcanzar un amplio espectro de solución de conflictos interpersonales en varios ámbitos familiar, laboral, para las mujeres y administrativo, con la idea de que todos deberían recibir justicia expedita, clara e imparcial. El Centro realizó una amplia investigación que incluyó foros nacionales y llegó a varias conclusiones, la primera que la mayoría no sabemos cuáles son nuestros derechos ni obligaciones y mucho menos como hacerlos valer, que no existen mediadores ni conciliadores, es decir que ni los policías como representantes de la administración pública, ni los ministerios públicos como representantes del poder judicial ayudan a la solución de nuestros conflictos.

En ese contexto, a la llegada de la nueva administración del presidente Obrador, se planteó la idea de pacificar al país, mediante una base ideológica mezclada con principios teológicos, buenas intenciones, frases interesantes y un puñado de ideas que pretendían ser humanistas. De esa revoltura destacó una frase que poco a poco fue posicionándose como una política de actuación: “Abrazos, no balazos” basada en una idea recurrente en el tiempo de que la violencia no puede ser combatida con más violencia, la idea y su concepción es estupenda, pero su implementación ha sido un desastre, un fracaso que tiene al país sumido en una espiral violenta ¿por qué el estado debería renunciar al uso de la fuerza y la coerción para proteger al pueblo, a nosotros los ciudadanos? ¿Cómo se conceptualiza que la violencia tiene una tendencia a la baja si hay más homicidios? ¿No son los Homicidios, por definición, una acción violenta?

La implementación de una política más humana en la actual administración también se dejó al impulso de la inercia, a la buena voluntad y se resumió en el principio ético de que todos, en el fondo, somos buenas personas. Sin embargo, el crimen organizado que tiene sus propios valores, sustentos ideológicos y teológicos entendió esta idea como una invitación a una especie de autorregulación y quizá como dice el presidente, no se metió con la sociedad sino sólo con sus rivales, sin embargo, siendo el crimen uno de los principales empleadores del país, en realidad se trastocaron muchas capas de la sociedad, sobre todo en lugares de alta marginación.

El criminal común, interpretó esta nueva idea del gobierno como una licencia y no están tan equivocados; según la organización “Impunidad Cero” sólo se resuelven el 0.9% de los delitos que se denuncian, sólo el 10% de nosotros confiamos en las instituciones de justicia. La idea de justicia de esta administración, es otra gran idea con muy buena intención, que se ha dejado al entendimiento mecánico de cada ciudadano, no tenemos una base escrita, no se desarrollaron leyes para su sustento, no se buscó una mística entre las fuerzas del orden. Nuestra nación ignora sus derechos y no cuenta con mediadores oficiales, a los primeros respondientes, los policías, los guía – es una decir – el sentido común y los valores aprendidos y reinterpretados en el seno de su casa, escuela, iglesia o fuero interno. Si están alineados con la ética y la ley establecida en la Constitución, si es que alguna vez la han leído, es buena suerte, si no, como sucede a diario, sufrimos las consecuencias. Somos nosotros, solos los que buscamos y encontramos nuestras posibles soluciones, seguimos desamparados y quizá sigamos un tiempo más, hasta que decidamos por un cambio o quizá hasta que las circunstancias nos obliguen.

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