Common people (2/3)
Emilio Castelazo
¡Cómo me gustaría escribir para hablar de amor!, como Mario Benedetti. O a lo bobo, simplemente me gustaría escribir.
¿A quién no le gusta caminar solo, sintiendo la tierra bajo los pies, el aire en la cara, llenar los pulmones, el sol quemando la piel o, cuando llueve, sentir que el agua que baja desde la cabeza, mojándolo todo?
¿Cómo no sentir, como cualquier gente común y corriente, la brisa vespertina acariciando los cuerpos, haciéndolos renacer?
A decir verdad, cómo me hubiera gustado besar en los labios a Sofía Loren en ‘Ayer, Hoy y Mañana’ o, siendo mujer, a Marlon Brandon en ‘El último Tango en París’.
¿Por qué no saborear caviar rociado con algo de champagne a 8 mil metros en lo alto del Monte Everest?
Estoy seguro que te imaginaste, como gente común, aplaudiendo a Niccolo Pagannini en vivo, sorprendido por su mágico pizzicato.
Aspirar, como cualquier mortal, a dormir a pierna suelta después de un mole de olla de doña Pachita.
¿Quién ,en su sano juicio, no pensó, algún día, convertirse en sacerdote o monja para, después, recordar todo sin arrepentimientos ni posteriores reproches?
Acaso, como cualquier persona común y corriente, ¿no llegué a desear la muerte autoinfringida, un día, estando abatido por las dudas y sin recursos?
Pensé, una tarde septembrina, que hacer el amor con mi maestra de idiomas era realizable.
Bucear todos los días, ¿no es deseo común y corriente?
Estudiar y entender el asunto de los cuatro puntos cardinales o los cuatro elementos: aire, fuego, tierra y agua. Poder descifrar a Pitágoras, a Tales de Mileto, a mi abuelo y su rincón de recuerdos: la lupa, darle cuerda al reloj de bolsillo, el lápiz y el sacapuntas, el fólder desgastado de ‘Pendientes’. Esto es lo común, ¿o no?
No es cierto que alguna tarde, como a las 7:00, decirle, a una joven, que me fascinan sus ojos y sus pechos y sus manos de seda o, a un joven, que me encanta su sonrisa, sus ojos transparentes, sin importar el color.