Claudio Sarmiento
El semáforo vial no solo regula a automovilistas, sino a otros usuarios que también necesitan cruzar. Pero ¿es efectivo? Un grupo de activistas consideraron que cruzar con un ladrillo (falso) en mano es mejor opción. El pasado 3 de mayo, utilizaron esta táctica en el cruce de Avenida de los Arcos e Independencia, donde las vueltas continuas a la derecha y la corta fase del semáforo de muñeca Lelé complican el cruce peatonal. A la semana de esta demostración, resincronizaron semáforos.
El otro semáforo es simbólico y marca el compromiso de los candidatos queretanos con la Agenda Ciudadana Incluyente 2024. Aunque, a todos los candidatos, fueron presentados con líneas de acción concretas, solo 55 por ciento de ellos han suscrito a estas. En ocasiones pasadas, quienes firmaron y fueron electos no cumplieron. Los semáforos pueden fallar y, aun así, hay que salir a votar. Pare o siga.
Por un lado, un ciudadano debe respetar ciertas señales de la autoridad, pero también los ciudadanos podemos indicarles cómo avanzar. En ambos casos, los semáforos son instrumentos que comunican señales para un bien común. Más específicamente, organiza los espacios públicos y cívicos para procurar corregir inequidades estructurales, asignar responsabilidades y dejar de priorizar solo a unos pocos privilegiados. Pero un semáforo solo cumple con sus objetivos si continúa funcionando después de su instalación, calibrándolo cuando cambien las circunstancias y esperando que, en algún futuro utópico, no lo necesitemos del todo.
MT