Alejandro Gutiérrez Balboa
El 9 de junio habrá elecciones en Europa para elegir el Parlamento Europeo, un órgano enorme (el segundo mayor del mundo) que tiene como objeto elegir y tener bajo cuenta a la Comisión Europea, así como legislar sobre las iniciativas que ésta proponga. Se compone de 705 diputados, que representan a los pueblos de las 27 naciones que componen la Unión Europea. A partir de esta elección serán 720. Más de 400 millones de electores elegirán a este cuerpo.
Desde luego, del interior de las corrientes políticas e ideológicas más representativas de los países miembros, surgirán los legisladores europeos, toda vez que son los partidos de cada país los que proponen a los candidatos y a cada nación se le tiene asignada una cuota. La mayor pertenece a Alemania con 96 diputados, seguida de Francia con 81, Italia con 76, España con 61 y Polonia con 53.
En el Parlamento Europeo han predominado desde su fundación los partidos conservadores y democristianos, junto a los socialdemócratas, si bien ahora habrá de darse paso a partidos populistas, tanto de derecha como de izquierda y otros catalogados como de extrema derecha, si bien ellos niegan tal denominación.
Entre estos últimos se llevó a cabo el pasado 18 de mayo una reunión, a la que acudieron incluso simpatizantes de otras latitudes, como el presidente argentino Javier Milei, el dirigente chileno José Antonio Kast, un ministro israelí y hasta el mexicano Eduardo Verástegui. Esta línea política empata sin problemas y simpatiza con el populista de derecha Donald Trump, aunque no pertenecen a la misma línea política.
En la reunión de Madrid quedó claro la línea política de estos partidos, de establecer fronteras comerciales y sobre todo migratorias en los países europeos, se oponen a los dictados ecologistas y climáticos extremos, rechazan las absorciones que promueve la ideología de género y, en cambio, promueven el fortalecimiento de la familia tradicional; propagan el retorno de las monedas nacionales, se oponen al subsidio de las naciones ricas a las pobres generalmente del sur de Europa.
Una enorme debilidad es la infiltración de la inteligencia rusa en algunos de estos partidos, como el partido Alternativa para Alemania (AfD), así como sus contactos con el gobierno chino, lo que les hace perder credibilidad. Como sea, habrán de representar una posición importante en una Europa que Putin sueña con dividir.