Roberto Mendoza
Es un cliché, ganar y perder es una condición humana, nadie gana siempre, ni nadie pierde siempre, pero puede pasar mucho tiempo para que alguien gane y eso, en algunos provoca desánimo y engendra rencor.
En política las cosas son muy rápidas y perder de manera individual puede tratarse de un cambio de vida, la política es ingrata, son muy pocos los políticos que sobresalen más allá de una fama efímera, poquísimos dejan una huella indeleble, hayan sido buenos o malos.
La democracia que tenemos es la nuestra, con los errores y aciertos a la mexicana, en la contienda política sólo puede haber un ganador, el segundo lugar no gana, es un perdedor y los mexicanos tenemos una larga historia de pérdidas, frustraciones y desgracias, somos malos perdedores, un ejemplo son las justificaciones frente al deporte que más pasiones genera, el futbol, casi nunca la afición del equipo acepta la derrota, siempre hay un: “no fue penal”, “el árbitro se vendió”, “hubo mano negra” y muchas otras, este abatimiento ha propiciado hasta violencia fuera de la cancha.
Tan malos perdedores somos que buscamos ganar por todos los medios, en el deporte hemos hecho trampas como los tristemente famosos cachirules, incluso somos el paraíso de los tramposos en maratones, después de que en septiembre del año pasado 11 mil corredores hicieron trampa al no correr completo el maratón de México, algunos usaron transporte público o hasta sus propios autos para llegar a la meta.
Pero lo más preocupante es que tampoco sabemos ganar, no se trata de humillar al perdedor, ni de asegurar que quien gana, es el mejor en todo; el ganador no tiene el derecho de apoderarse de todo y destruir al contrincante, si matamos al oponente ya no habrá forma de medirnos, ni de mejorar, en el triunfo hay que ser generoso, invitar al oponente a seguir compitiendo para ayudarnos a dar el máximo esfuerzo. No competir y tener el poder total es autodestruirse y no avanzar a un mejor futuro.
El domingo 2 de junio se escogió a nuestra presidenta, de todos, los que votaron por su contrincante también son mexicanos, nadie vale más, ni tampoco se arrolló a nadie, al otro día de la votación millones de mexicanos salimos a trabajar, a estudiar, a cumplir con nuestros compromisos como siempre, no somos el país de un sola mujer u hombre, ni de un solo partido, ni de una sola ideología, somos una nación de pensamientos múltiples, de muchas convicciones, de varias creencias, somos multiculturales, si nos seguimos dividiendo habrá en la cabeza de algunos, mexicanos de primera y otros de segunda y eso no nos convertirá en un mejor país; el 3 de junio no amanecieron unos mexicanos perdedores, por el contrario, todos ganamos una nueva presidenta, una esperanza renovada y la posibilidad de un mejor país, aprovechémoslo.