Jorge Maldonado
A lo largo de este sexenio, mismo que vive ya sus últimos momentos, ha dicho el Presidente que aquí se respeta la línea de no intervención en los menesteres de otros países.
Tras esto, considero necesario señalar las ocasiones en que el Presidente ha decidido suspender su no intervención, por motivos quizás como la posible similitud de ideologías, el amor por el poder, el afán de centralizar las decisiones, o alguno otro que desconozcamos.
En Perú, intervino cuando Pedro Castillo quiso disolver el congreso y convocar nuevas elecciones, y no lo sobrevaloremos, su intervención fue para defender al dictador, no al pueblo peruano.
En Colombia, llamó al pueblo a buscar una transformación y a elegir un cambio de rumbo. El Ministerio de Relaciones Exteriores colombiano tuvo que solicitarle que no interviniera en sus elecciones. Otra vez, no cumplió.
En Argentina, respaldó a la ex presidenta acusada por corrupción, Cristina Fernández, justificando el proceso judicial disfrazado de algún tema más bien político. Una vez más, intervino.
Así podría mencionar muchas más, pero el punto clave, además de que interviene cuando así lo desea, es que siempre está en las casusas ajenas a los intereses del pueblo del país del que opina.
Y entonces, me pregunto yo, si cuando existe un agravio a los derechos humanos o alguna ilegalidad, él decide intervenir, ¿por qué el silencio ante el evidente atropello democrático en Venezuela? ¿Por qué este silencio incómodo? ¿Por qué la complicidad?
No sea que los iguales se protegen.