Kike Mireles

En el gran teatro de la política venezolana, la última elección presidencial ha sido, sin duda, un espectáculo digno de Houdini.

Con un telón de fondo de protestas, acusaciones y corrupción de Maduro, el acto principal ha dejado a muchos espectadores preguntándose si lo que vieron fue real o simplemente una ilusión bien orquestada.

La oposición y la comunidad internacional han levantado la voz, clamando que los resultados de las elecciones fueron manipulados. Nunca antes en la historia había sido tan claro la operación fraude por parte del gobierno venezolano.

Miles de ciudadanos salieron a las calles, no para aplaudir, sino para protestar contra lo que consideran un fraude descarado y brutal. Un robo a su libertad.

El Consejo Nacional Electoral (CNE) proclamó a Nicolás Maduro como el vencedor, pero no sin antes agitar su varita mágica y anunciar resultados que muchos consideran sospechosos.

La rapidez y la precisión con la que se contaron los votos y las contradicciones con las actas e
Informes de observadores internacionales, han dejado a más de uno preguntándose si el CNE había contratado a Harry Potter como consultor, pues ha hecho un acto de Magia desapareciendo la poca legitimada que aún le quedaba. Pobre Venezuela.