La voz del vicario de Cristo
En nuestro itinerario de catequesis sobre la pasión de evangelizar, reflexionamos hoy sobre las palabras de Jesús que acabamos de escuchar: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Santo Espíritu” (Mt 28, 19). “Id”, dice el Resucitado, no a adoctrinar, no a hacer proselitismo, no, sino a hacer discípulos, es decir, a dar a todos la oportunidad de entrar en contacto con Jesús, de conocerlo y amarlo libremente. Id bautizando: bautizar significa sumergir y, por tanto, antes de indicar una acción litúrgica, expresa una acción vital: sumergir la propia vida en el Padre, en el Hijo, en el Espíritu Santo; experimentar, cada día, la alegría de la presencia de Dios que está cerca de nosotros como Padre, como Hermano, como Espíritu que actúa en nosotros, en nuestro propio espíritu. Bautizar es sumergirse en la Trinidad.
El Espíritu ilumina el camino de la Iglesia siempre. En efecto, no es solo la luz de los corazones, es la luz que orienta a la Iglesia: esclarece, ayuda a distinguir, ayuda a discernir. Por eso, es necesario invocarlo a menudo; hagámoslo también hoy al comienzo de la Cuaresma. Porque, como Iglesia, podemos tener tiempos y espacios bien definidos, comunidades, institutos y movimientos bien organizados, pero, sin el Espíritu, todo queda sin alma. La organización no basta: es el Espíritu que da vida a la Iglesia. Si la Iglesia no le reza y no le invoca, se encierra en sí misma, en debates estériles y agotadores, en fatigosas polarizaciones, mientras se apaga la llama de la misión. Es muy triste ver a la Iglesia como si fuera un parlamento; no, la Iglesia es otra cosa. La Iglesia es la comunidad de hombres y mujeres que creen y anuncian a Jesucristo, pero movidos por el Espíritu Santo, no por las propias razones. Sí, se usa la razón, pero viene el Espíritu a iluminarla y a moverla. El Espíritu nos hace salir, nos empuja a anunciar la fe para confirmarnos en la fe, nos empuja a ir en misión para encontrar quiénes somos. Por eso, el apóstol Pablo recomienda: “No extingáis el Espíritu” (1 Tes 5,19), no extingáis el Espíritu. Recemos, a menudo, al Espíritu, invoquémoslo, pidámosle, cada día, que encienda, en nosotros, su luz. Hagámoslo antes de cada encuentro para convertirnos en apóstoles de Jesús con las personas que encontremos. No extingáis el Espíritu en las comunidades cristianas y tampoco dentro de cada uno de nosotros.
Queridos hermanos y hermanas, partimos y volvemos a partir, como Iglesia, desde el Espíritu Santo. “Sin duda, es importante que, en nuestras programaciones pastorales, partamos de encuestas sociológicas, de análisis, de la lista de las dificultades, de la lista de expectativas y quejas. Sin embargo, es mucho más importante partir de las experiencias del Espíritu: este es el verdadero punto de partida y, por eso, es necesario buscarlas, enumerarlas, estudiarlas, interpretarlas. Es un principio fundamental que, en la vida espiritual, se llama primado de la consolación sobre la desolación. Primero, está el Espíritu que consuela, reanima, ilumina, mueve; después, vendrá también la desolación, el sufrimiento, la oscuridad, pero el principio para regularse en la oscuridad es la luz del Espíritu” (C.M. Martini, Evangelizar en la consolación del Espíritu, 25 de septiembre 1997). Este es el principio para regularse en las cosas que no se entienden, en las confusiones, también, en tantas oscuridades, es importante. Tratemos de preguntarnos si nos abrimos a esta luz, si le damos espacio: “¿Yo invoco al Espíritu?”. Cada uno se responda dentro. ¿Cuántos de nosotros rezamos al Espíritu? “No, padre, yo rezo a la Virgen, rezo a los santos, rezo a Jesús, pero, a veces, rezo el Padre Nuestro, rezo al Padre”. Y, ¿al Espíritu?, ¿tú no rezas al Espíritu, que es lo que te hace mover el corazón, que te lleva adelante, te lleva la consolación, te lleva adelante las ganas de evangelizar y de hacer misión? Os dejo esta pregunta: “¿Yo rezo al Espíritu Santo? ¿Me dejo orientar por Él, que me invita a no cerrarme, sino a llevar, a Jesús, a testimoniar el primado de la consolación de Dios sobre la desolación del mundo?”. Que la Virgen, que ha entendido bien esto, nos ayude a entenderlo.
(El Papa Francisco se encuentra de vacaciones y, durante el mes de julio, estaremos recordando las audiencias generales del ciclo de catequesis: La pasión por la evangelización del año 2023)
MT