Juan: 6, 24-35
En aquel tiempo, cuando la gente vio que, en aquella parte del lago, no estaban Jesús ni sus discípulos, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm para buscar a Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo llegaste acá?”. Jesús les contestó: “Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto signos, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre porque, a este, el Padre Dios lo ha marcado con su sello”.
Ellos le dijeron: “¿Qué necesitamos para llevar a cabo las obras de Dios?”. Respondió Jesús: “La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien Él ha enviado”. Entonces, la gente le preguntó a Jesús: “¿Qué signo vas a realizar tú para que lo veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: ‘Les dio a comer pan del cielo’”.
Jesús les respondió: “Yo les aseguro: no fue Moisés quien les dio pan del cielo, es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo”.
Entonces, le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les contestó: “Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed”.
Reflexión
Cristo, nuestro pan
Padre Nicolás Schwizer
Instituto de los Padres de Schoenstat
La primera lectura de hoy, Éxodo 16,2-4.12-15, llama nuestra atención sobre un problema fundamental de la vida humana: la preocupación por el pan de cada día. En su marcha por el desierto, el pueblo judío tiene hambre y se queja ante Dios. Entonces, Dios se compadece de ellos y les da un pan del cielo, al cual los israelitas llaman “maná”.
El maná es un testimonio del gran amor de Dios por su pueblo y de su presencia siempre eficaz. En el Evangelio de hoy, la gente que ha comido por la multiplicación de los panes está buscando a Jesús, pero no lo buscan por sus enseñanzas o por ser el Mesías, sino porque se preocupan de la comida, del pan material. Jesús se los dice abiertamente: “En realidad, ustedes no me buscan por los signos que han visto, sino por el pan que comieron hasta saciarse”.
También nosotros nos preocupamos del pan de cada día y es necesario que nos preocupemos de ello, para poder vivir nosotros y nuestras familias. Pero, en esta preocupación y hasta nuestra angustia por lo material, existe el peligro de que nos olvidemos de las cosas más importantes de nuestra vida. Todos conocemos la palabra de Jesús: “El hombre no vive solo de pan”.
Por eso, Jesús, en el Evangelio de hoy, nos exhorta: “Trabajad no por el alimento que se termina, sino por el alimento que perdura y da vida eterna”. Con ello, Jesús nos invita a poner mayor atención en su persona. Él es el verdadero pan, necesario y vivificante. Él es el pan de amor, de bondad, de perdón, de vida.
Alimentarse de este pan es: acercarse a Él, encontrarse con Él, buscarlo a Él. Jesús sabe de nuestros problemas, de nuestras necesidades materiales. Por eso, nos invita a poner toda nuestra confianza en Él, en su persona, en su gran amor por nosotros. Él está con nosotros, está presente en nuestra vida en cada momento, hoy y también mañana. Contemos, cada día, con Él. ¡Preocupémonos de Él y, entonces, Él va a preocuparse de nosotros y de nuestras necesidades! Es por eso que nos dice: “Buscad primero el Reino de Dios y todo lo demás se os dará por añadidura”.
MT