Seth Pérez
La final entre Yaroslava Mahuchij de Ukrania y Nicola Olyslagers de Australia nos ofreció dos grandes medallas de oro. La primera, la ganó Olyslagers al generar con su buena actitud grandes ovaciones que retumbaron en el Stade de France. Tanto los rituales de escribir terminando cada salto, de hablar, pero sobre todo de sonreír en todo momento, fueron un ejemplo a seguir del espíritu olímpico.
La medalla final se la llevó Mahuchij, no solamente al intentar superar su marca, sino al disfrutar igualmente no poder lograrlo. Esa competencia sana las llevó a las dos, a celebrarse por superar sus propios límites. La lección en esta final nos permite reflexionar qué significa competir y ganar. No obstante, solo existe una medalla de oro, pero todo participante se lleva la riqueza de aprender cómo superarse a si mismo y sacar lo mejor de las condiciones externas.
La verdadera competencia es siempre con uno mismo, y el verdadero oro está en extraer el mayor conocimiento para disfrutar de la vida. De todas las grandes experiencias de estas olimpiadas, me quedo con esta actitud de la Australiana Olyslagers que espero contagie a otros en perseguir superarnos siempre con una sonrisa, confiados, alegres y celebrando a los demás. Celebremos la vida y a prepararnos para nuestros propios juegos olímpicos de cada día. ¿Usted que opina?