Estrella Rojas
Parte fundamental de la democracia es el imperativo de que cualquier representante popular informe a la gente de sus actividades y resultados, que le rinda cuentas a quienes lo eligieron para tener un cargo público.
Mediante el acceso a la información y la rendición de informes, ambos previstos en la ley, los representantes populares le hacemos saber a la ciudadanía sobre nuestro trabajo.
Sin embargo, en el caso de los y las legisladoras es difícil evaluarnos en lo individual, pues los resultados se dan en un trabajo colectivo, del órgano colegiado, y no depende exclusivamente de cada uno de nosotros.
Ello no significa que no existan parámetros objetivos para juzgar nuestro desempeño, como pueden ser el número de iniciativas y puntos de acuerdo presentados, el porcentaje de asuntos aprobados, las asistencias a la sesiones, las participaciones en tribuna y en comisiones, nuestra presencia con la gente, en las calles, o la participación que tenemos en eventos nacionales e internacionales relacionados con la actividad parlamentaria.
Se trata pues, de elementos cuantitativos que permiten ver el trabajo realizado, no obstante, ello no es suficiente, pues existe un trabajo que no se puede cuantificar y que, la mayoría de las veces, resulta invisible para la gente.
Por ejemplo, las horas de estudio de un asunto que se derivará en una iniciativa o en la discusión de un dictamen; la calidad del debate; las negociaciones; la asistencia a foros, conversatorios y otro tipo de eventos que sirven para tener retroalimentación, actualización e información de temas coyunturales o de alta relevancia, entre otros.
Por ello, un elemento que puede dimensionar la gestión legislativa es la calidad de las iniciativas, su pertinencia, su profundidad, la técnica legislativa y, desde luego, el conocimiento implícito en la materia que se pretende reformar. Estos análisis, rara vez se toman en cuenta por la complejidad que tiene para su evaluación.
Por otro lado, existen obstáculos en que las propuestas presentadas por los legisladores se materialicen, y que no necesariamente tiene que ver con la importancia o los atributos de su trabajo, como son: la agenda de las mayorías –que no siempre incluyen temas de las minorías- y la fuerza de los Grupos Parlamentarios a los que se pertenece; la coyuntura política; la influencia de los poderes fácticos; la eficiencia de las Comisiones o la posición del gobierno en turno sobre el tema.
La evaluación del trabajo legislativo no es sencilla, los números importan, pero no nos dicen todo, y a veces las mejores virtudes de los parlamentarios no son medibles y son complicadas de comunicarse.