Iván Torres/Rotaciones
Me contaba mi querida madre que cuando anoté mi primer gol en un partido de futbol “oficial” frente a un equipo marista de Jacona, Michoacán, fue cuando yo cursaba el primero o segundo grado de la escuela primaria. Me decía que salí corriendo por toda la cancha con el brazo en alto y recorrí por poco más de un minuto, quizá minuto y medio el terreno de juego a pesar de que el partido se había reanudado inmediatamente del gol. Es decir, yo seguí festejando a pesar de que mi equipo seguía jugando.
Me imagino que en mi razón de ser el primer gol de mi vida, se tenía que festejar así, en grande. Ahora que comienza una nueva etapa de la selección mexicana me parece muy importante destacar lo que los aficionados han y hemos invertido mucho en asistir a las copas del mundo, copas América, otros torneos y a cambio hemos tenido pocos goles, poco qué festejar en esta clase de torneos.
Por ejemplo, desde el 2014, la selección anotó cinco goles en Brasil, en Rusia sólo tres, en Catar disminuyó y se metieron dos goles. En la Copa América que terminó hace un mes, sólo se pudo gritar un gol. Hemos venido a menos y el precio por gol se incrementa, sale más caro. Yo espero que con el seleccionador Javier Aguirre sea distinto, quiero volver a sentir ese gusto por festejar un gol, la máxima catarsis que un aficionado pueda experimentar en torneos de este calibre.
Necesitamos que Aguirre encuentre esa fórmula, el talento exacto para lograrlo. Tiene tiempo para trabajar y espero que vuelvan esos mundiales de los 90 en los que la selección tenía contundencia y gritamos los goles hasta quedar afónicos, ciertamente los festejamos en grande. Urge.
