Se dio bajo una imposición por parte de Marido, quien hábilmente utilizó argumentos amañados sacados de la nada cuando yo me encontraba eufórica estrenando mi flamante trapeador. Todo se remonta a que, en días pasados, ante mi constante queja de que no existen trapeadores decentes (a mí suele tocarme la trapeada del hogar), nuestro amigo “Rodris”, quien al parecer es versado en el tema de los instrumentos de limpieza doméstica, me trajo uno, sugiriendo que con ese modelo mi vida iba a ser una dulzura al realizar dicha actividad. Y ¡sí!, Estaba yo en ese entusiasmo de comprobación del hecho, cuando manifesté que, para complementar el kit, requeriría de una futurista cubeta con canastita para exprimir.